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Esta buena señora, que era a quien más debía, jamás le reñía ni castigaba, ni le decía siquiera una palabra desagradable: tratábalo con extremada dulzura, le acariciaba como si fuese su hijo y ocultaba y disculpaba sus pequeñas travesuras. Cuando llegó a los doce años, se reunieron en cónclave las damas y deliberaron acerca de lo que debía hacerse con el chico.

Y esto la llevó a hablar del otro hermano, «el gaucho», como ella le llamaba, que vivía en la Argentina, y era el único hombre capaz de inspirarla miedo. La amenazaba el hermano menor frecuentemente con revelar al otro todas las aventuras de Berlín y las travesuras del viaje apenas hubiesen llegado a Buenos Aires. ¡Y «el gaucho» era temible!

Se repetía el caso de que, cuando ellas creían tenerle conquistado con carantoñas y mimos, él las engañaba con fingida sumisión, y escamoteándoles la voluntad, se alzaba con el santo y la limosna. Era muy listo para el mal, y hallábase dotado de seducciones raras para hacerse perdonar sus travesuras.

En la Crónica manuscrita del convento menciona también el P. Luis de Santa María la estancia de D. Juan de Austria en Yuste, y, además, la tradición cuenta algunas de sus travesuras de adolescente, como las que referimos al hablar de Quacos..... Por aquí íbamos en nuestra visita á Yuste, cuando principió á encapotarse el cielo.

Yo me acuerdo mucho de él, pero me paga mi cariño sobradamente, acordándose también de ; con la mayor ternura y solicitud recuerda y le preocupan mis pequeñas obligaciones, y aquellas penas e intranquilidades que me ocasionaron sus travesuras juveniles.

Los admiradores se habían alejado de ella, puestos de acuerdo con maligna solidaridad. Estaban seguros de que al verse sola, en el aislamiento en que la habían dejado las mujeres por sus travesuras anteriores, volvería a buscarlos forzosamente, por tedio y ansia de diversión.

Entre tanto, a fin de mostrar a Rafaela que por ella sólo había sido ordenada y juiciosa su vida; a fin de hacerle notar que se consolaba de su desdén volviendo a sus antiguas travesuras y locos deportes; y a fin acaso de que el mismo Pedro Lobo comprendiese que nada tenía él que ver con Rafaela, y que Rafaela no le importaba nada, decidió y concertó con los más alegres jóvenes de Río una regocijada partida de campo para el día siguiente, o mejor diremos para la siguiente noche.

No olvidan que corre por sus venas la misma sangre y como abuelos indulgentes se sonríen ante las travesuras americanas, hasta el día en que comprendan, con su sentido práctico, que tienen interés en fomentarlas. Entonces la alianza anglo-sajona será un hecho en ambos mundos, y el águila norte americana y el león inglés harán sus rapiñas de concierto.

La bella esposa del anfitrión no se cansaba de decir y hacer travesuras, de tal modo que el regocijo no decaía un instante. Mas ¡ay! aquella nube sombría, temerosa, que había cruzado sobre la mesa no mucho antes, el viento de la fatalidad la empujó de nuevo hacia ella. El helado que sirvieron al terminar la comida era de avellana. A Elena no le gustaba el helado de avellana.

Mozo eres, no me espanto que hagas algunas travesuras, sin mirar que, durmiendo, caminamos a la güesa: yo, como montón de tierra, te lo puedo decir. ¡Qué cosa es que me digan a que has desperdiciado mucha hacienda sin saber cómo, y que te han visto aquí ya estudiante, ya pícaro, y ya caballero, y todo por las compañías!