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Era el único que podía burlarse de la tiranía de los Brull, sin que esto le impidiese la entrada en el Casino del partido, donde los jóvenes admiraban sus chistes y sus trajes estrambóticos. Rafael le quería, aunque su trato con él no fuese muy íntimo. Entre la gente solemne y conservadora que le rodeaba, aparecíasele el barbero como el único hombre con quien podía hablar. Casi era un artista.

Como las cosas que se intentan no se consiguen con el éxito que se desea si al mandarlas o persuadirlas no se acompañan con la práctica de algunos actos en que por la experiencia se conozcan los favorables efectos y conveniencias que se le propone, para que desde luego conocieran estos naturales lo que se les había de seguir del aseo, dispuse el que en las casas principales, en la del corregidor, o en las de otros indios principales, no se les impidiese el juntarse a tener sus diversiones caseras cuando hubiera un razonable motivo, y con la decencia y orden regular, a las que no pocas veces asistí yo con mi mujer, y a mi ejemplo asisten siempre los administradores y sus mujeres, con lo que he conseguido desterrar la odiosa separación que había entre españoles e indios, estableciendo el trato y comunicación mutua, no tan solamente en estas ocasiones, sino también en todos los días del año que mutuamente se visitan con los españoles y españolas todas las familias en quien resplandece el aseo; y éste es un poderoso estímulo para animarlos más y más cada día, como se va experimentando.

Y trató de dar la vuelta para huir; pero los dedos acerados del clérigo le retuvieron por un brazo. Al mismo tiempo don Segis, creyendo llegado ya el momento de entrar en fuego, le descargó con su bastón de ballena un garrotazo en las espaldas. ¡Socorro! volvió a gritar el desdichado.

A esto importa contestar lo que el marqués contestaba, pues no faltó nunca quien le hiciese dichas reflexiones. Yo no trato aquí de sostener que el marqués tenía razón: me limito a repetir lo que él decía.

No basta que la religión esté en los labios, no basta que se respete a la Iglesia y hasta se la proteja; en la política y en el trato social es necesario contentarse con eso muchas veces, en los tiempos tristes que alcanzamos, pero eso es otra cosa.

Esto es libertad, libertad para los microbios, y lo demás es cuento. ¿Sabe usted cuánto peso he perdido durante mi estancia en Inglaterra? Pues muy cerca de una diezmillonésima de miligramo. ¡Para que digan que Inglaterra es un país más libre que España!... Además, en España uno puede cultivar el trato de toda clase de microbios, y esto siempre es instructivo.

Narcisa, menos asequible al disimulo y más altiva, se conformaba con demostrar, en aquellas ocasiones, una tolerancia benévola hacia Carmen, concedida con un aire de superioridad y protección llenos de majestad. Salvador era poco ducho en artificios de mujeres; todo sinceridad y nobleza, dejábase engañar fácilmente por las dolosas apariencias del buen trato que Carmen parecía recibir.

Era la esposa de un alto empleado a quien las aventuras de su señora no parecían dar frío ni calor. Cesaron las de Andrés al tropezar con tal mujer: dejó la vida alegre y bulliciosa, y hasta el trato de sus amigos íntimos; no pensó desde entonces más que en servir y festejar a su ídolo.

La veneración que por Nucha sentía y que iba acrecentándose con el trato, cerraba el paso a la idea de que pudiesen ocurrirle los mismos percances fisiológicos que a las demás hembras del mundo. Justificaba esta candorosa niñería el aspecto de Nucha.

Fácil es comprender que no busco á ese viejo, cuyo trato aleja en vez de atraer á las personas. ¿Pero qué quiere decir? ¿á qué viene usted? le preguntó Clara con ligera expresión de alarma. Estoy sola, váyase usted. Por lo mismo no me voy. Si usted no se va, llamaré, gritaré, dijo Clara, resuelta sin duda á hacer lo que decía.