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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Sibilantes y rumorosas, las aguas salen precipitadamente de la presa para ir a perderse con un gruñido sordo y quejumbroso en el golfo de espuma, encima del cual parece levantar una bóveda brillante el polvo de las olas que se estrellan. Al rumor de la caída se mezcla el rugido de la tormenta.
El auditorio se despertaba entonces con sobresalto, excepto Susana que gozaba demasiado oyendo hablar mal de la humanidad, para dormirse, y que se bañaba en agua de rosas, mientras el cura fustigaba a sus ovejas con sus flores retóricas. Era, pues, un domingo. Hacía un calor asfixiante y volviendo a casa, Susana nos dijo: Tendremos tormenta antes de que concluya el día.
Mientras tanto, Martín Alonso afronta la tormenta sin hacer escala alguna y llega directamente a España, pero tan derrotado y enfermo, que muere inmediatamente. Pero usted no negará, Maltrana, que el Almirante fue perseguido y maltratado de resultas de su gobernación en Santo Domingo. Acuérdese de Bobadilla, el comisionado de los reyes, acuérdese de cómo lo envió con grillos a España.
En el mar no se comprende el ateismo: tampoco tiene explicacion en la tierra, no, pero el Océano, con su voz inmortal, ora hable con la soberbia cólera de la tormenta, ora con la apacible majestad de su tranquilo y eterno flujo y reflujo, siempre publica la existencia de Dios, siempre pregona su poder, siempre canta su omnipotencia, siempre habla de la eternidad, siempre explica el infinito, siempre convence de la otra vida.
El marqués se inclinó, y juntos salieron del taller; a pesar de no estar sino a principios de mayo, el día había sido abrumador de calor y una tormenta estalló sobre París a mediodía; la lluvia que cayó a torrentes había cesado ya, pero el cielo estaba aún nebuloso, la atmósfera cargada.
Otro es el camino que para remediar el mal estado de nuestras relaciones con la gran República nos hubiese convenido ó nos conviene seguir: haber buscado á tiempo aliados y amigos ó buscarlos en lo venidero, si ahora, sola y abandonada como está España, logra conjurar la tormenta ó salir de ella salva.
No puedo decirte más que una cosa: Marta es una criatura delicada, tierna e impresionable; jamás podría resistir al torrente de penas y de tormentos que caería sobre ella: se doblaría como una frágil caña al primer soplo de la tormenta. ¿De qué me serviría tener que llevarla al cementerio pocos años después de nuestro matrimonio?
1076 Cuando la tormenta brama, el mar, que todo lo encierra, canta de un modo que aterra, corno si el mundo temblara: parece que se quejara de que lo estreche la tierra. MARTÍN FIERRO 1077 toda tu sabiduría has de mostrar esta vez; ganarás sólo que estés en baca con algún Santo. La noche tiene su canto, y me has de decir cuál es.
Nada; y se echaba a temblar pensando en los oscuros fenómenos patológicos de que ella le hablaba, y barruntando la tormenta que traía aparejada su ignorancia del caso. Mujer, yo no puedo decirte... yo no entiendo... llamaremos al médico.... ¡Eso es, al médico! ¡Para estas cosas al médico! Ya que tú no tienes pudor, déjame a mí tenerlo.
Y así como una ave se resguarda en el caliente nido cuando estalla la tormenta, ella no tenía otro refugio que la inagotable ternura de su hermana. Adolfo y Laura propusieron a Coca un viaje a Buenos-Aires, para escapar del infierno de las habladurías tandilenses, de los artículos y de los duelos, de las felicitaciones y los anónimos.
Palabra del Dia
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