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Depuraba con su inteligencia perspicaz las riquezas de su fecunda y chispeante fantasía y de su inventiva, y no toleraba nunca en sus dramas sino lo que estaba justificado por el gusto más exquisito y por las reglas más sensatas de la composición.

En los jardines de la Villa Nazionale se detuvo Kaledine, dando una orden á Freya. No toleraba que pasase más adelante. Podía llamar la atención en el pequeño puerto de la isla del Huevo, frecuentado sólo por pescadores. El tono de la orden fué cortante, imperioso, y ella obedeció sin protesta, como si estuviese habituada á tal superioridad. ¡Adiós!... ¡adiós!

Yo no podía admitir que perteneciera a otro, aun cuando no fuera más que con el pensamiento. Yo, que la había traicionado, no podía admitir el ser traicionado a mi vez. Mi soberbia era ilimitada, no toleraba que alguien valiese más que yo.

Salvatti, amparado de aquel prestigio que cuidaba religiosamente, se sostenía como artista. Despedíase de la vida a la sombra de aquella mujer, la última que había creído en él y que toleraba su explotación. Aplaudida por públicos famosos, cortejada en su camerino por grandes señores, Leonora comenzaba a encontrar intolerable la tiranía de Salvatti.

El duque, que hasta entonces había logrado mantener su independencia frente a sus queridas y eso que de algunas llegó a prendarse fuertemente, se encaprichó de tal modo por ésta, que al poco tiempo le toleraba frisos que ajaban su dignidad y tiempo adelante actos que aún más la escarnecían.

Pensaba pasar en ella la noche, ya que no era posible con aquel tiempo volver a Jerez. El aperador protestó. ¡En la gañanía un hombre como don Fernando!... Su cama estaba dispuesta para él y si no le gustaba, abriría la habitación del señorito, que era tan buena como cualquiera de Jerez.... ¡La gañanía! ¿Qué diría su padrino si él toleraba tal disparate?...

Nueva sonrisa y una mirada sostenida, de las pocas que se toleraba. Ana tuvo un miedo pueril que la embelleció mucho, como pudo notar y notó De Pas. Ayer ha estado usted en el teatro. La Regenta abrió los ojos mucho, como diciendo irreflexivamente: ¿Y eso qué?

Vicenta, la vieja criada del tío, fue quien abrió la reja que obstruía la escalera. Juanito era el único pariente del señor a quien toleraba la vieja sirvienta. Le saludó con una sonrisa de su boca obscura y desdentada, y como de costumbre, no preguntó por su mamá ni sus hermanas. Aborrecía a aquellos parientes del amo, sabiendo la poca estima en que éste los tenía.

D. Oscar no estaba de acuerdo con esta manía, pero la toleraba bondadosamente como una debilidad femenina. Algunas veces le decía sonriendo con superioridad: Vamos a ver, doña Tula, ¿quiere usted decirme qué utilidad reportan las flores? La señora quedaba desconcertada. ¡Las flores son muy bonitas, don Oscar! exclamaba llena de despecho. Bonitas, convengo en ello... pero no son útiles.

Cuando, á los pocos instantes, llamada por Joselito, salió Soledad del aposento, el señor Rafael, Pepe, Frasquito y hasta la misma Paca y María-Manuela cayeron sobre él, afeándole su conducta. «¡Aquello era un escándalo! ¡una vergüenza! ¿Cómo toleraba semejante insolencia? Ningún hombre que tuviese dignidad se dejaba sopapear de una mujer.