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Un doctor manda mucha fuerza, y más si es doctor porteño, pues ahora ellos se lo guisan y se lo comen todo, sin dejar nada para los demás, según decía mi finado... Si es tan amable que quiere oírme, yo le explicaré mi pleito, y a él de seguro le bastará una palabrita a los que mandan para que todo se arregle «sobre el tambor», como decimos allá.

Ana se sentía transportada a la época de D. Juan, que se figuraba como el vago romanticismo arqueológico quiere que haya sido; y entonces volviendo al egoísmo de sus sentimientos, deploraba no haber nacido cuatro o cinco siglos antes.... «Tal vez en aquella época fuera divertida la existencia en Vetusta; habría entonces conventos poblados de nobles y hermosas damas, amantes atrevidos, serenatas de Trovadores en las callejas y postigos; aquellas tristes, sucias y estrechas plazas y calles tendrían, como ahora, aspecto feo, pero las llenaría la poesía del tiempo, y las fachadas ennegrecidas por la humedad, las rejas de hierro, los soportales sombríos, las tinieblas de las rinconadas en las noches sin luna, el fanatismo de los habitantes, las venganzas de vecindad, todo sería dramático, digno del verso de un Zorrilla; y no como ahora suciedad, prosa, fealdad desnuda». Comparar aquella Edad media soñada ella colocaba a D. Juan Tenorio en la Edad media por culpa de Perales con los espectadores que la rodeaban a ella en aquel instante, era un triste despertar.

No preguntaba si me era permitido ofrecerme, me daba sin reservas con efusiones en las cuales ponía cuanto en había de sinceridad inteligente, lo mejor de mi ser moral, sobre todo lo más inflamable.

Y sólo olvidaba a Sevilla en las noches de asueto, cuando no había toros al día siguiente y toda la cuadrilla, rodeada de aficionados deseosos de que se llevasen un buen recuerdo de la ciudad, se metía en un café de cante «flamenco», donde mujeres y canciones todo era para el maestro.

Los nuestros Guaranís, como señores, Toda la tierra cuasi dominando, Por todo el Paraná, y alrededores Andaban crudamente conquistando. Los brutos, animales, moradores Del Paraguay, sugetan

Descubríanse desde aquí montañas muy altas entre Oriente y Mediodía, y creyendo que á la falta de ellas correría el deseadísimo río, determinó ir allá, como lo hizo; el viaje era incómodo y trabajoso, porque todo él había de ser por la cumbre de la montaña; pasó por cierta Ranchería de Guarayos destruídos por los Mamalucos, encontró muchas lagunas, registró la más grande y profunda para ver si desaguaba en el río Paraguay, pero todo sin provecho.

El Cónsul yankee le había hecho comprender o creer que, por culpa de aquella clausura y de aquella incomunicación en que los paraguayos habían vivido, todos ellos se habían quedado, salvo la moral y el dogma de Cristo, que conocían aunque de un modo burdo, en inmenso atraso con relación a lo restante de la humanidad; y que todo cuanto esta había descubierto, inventado, experimentado, fabricado y averiguado durante ocho mil o nueve mil años, era para los paraguayos asunto desconocido, arcano tenebroso, libro de siete sellos.

Su furia era espresamente dedicada para su adversaria, para aquella indigna mujer que le habia arrebatado lo que mas adoraba en la tierra. Y gracias que la timidez de abandonar del todo el amor de su marido, la reprimia en parte.

Es tan costoso para el hombre el renunciar a toda esperanza, que ellos no se resignaban a creer que todo hubiese acabado y de un modo instintivo buscaban en el rostro del señor de Avrigny algún rayo de esa ilusoria esperanza.