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Actualizado: 30 de junio de 2025
Dame tu aliento, Que quiero hablar retando al orbe entero, Y aunque el dolor me abrume el sentimiento No he de soltar mi cítara de acero. Me gusta combatir. Amo la lucha. Me siento fuerte ante el cruel tirano, Y al torpe que mi voz no atento escucha, Castigo impío con nervuda mano. ¿Qué me importa lidiar?
Lo que yo supongo, y lo que creo casi a pies juntillas, es que el tirano, benévolo o malévolo, monarca o tribuno, presidente de la república, alcalde de monterilla o cacique, se cría, se nutre o respira en el medio ambiente, cumple la voluntad de los más o de los que más valen por el número o por la energía, y no sería lo que es si no le prestasen auxilio y apoyo para que tal sea.
Digo que eran muchísimas las mujeres convencidas de que los hombres gobernaban mal, pero que únicamente pretendían colaborar con ellos, participando de dicho gobierno. Se daban por contentas con que el tirano les dejase un hueco á su lado, cediéndoles una pequeña parte de su soberanía.
El mismo tirano no puede menos de compadecerle, considerando el estado en que se halla la víctima de sus rigores, cuando hasta el Infante parece haber olvidado su regia alcurnia, y no oye á quien lo llama.
LEONOR. No, no morirás; yo iré a salvarte; del tirano feroz la sangrienta mano con mi llanto bañaré. ¿Temes? Leonor te responde de su cariño y virtud. ¿Aún dudas con inquietud? Ya no puedo ser del Conde. Cámara del Conde de Luna; éste estará sentado cerca de una mesa y don Guillén a su lado de pie. DON NU
En todo este elogio, no hay la menor censura sobre la moral de la reina, sino profunda admiración al buen éxito de sus empresas: envidia casi, no porque Felipe II hubiera sido más cruel y más tirano, sino porque fue menos hábil. La vida de D. Cristóbal de Moura, y por consiguiente, el libro del Sr. Danvila, se extienden aun algunos años por el reinado de Felipe III.
Al estudiante le contrarió mucho este mandato. El había oído decir en la mesa aquella mañana que Clara no iría á la procesión, y había formado sus proyectos para verla aquel día. La obligación de acompañar á las tres señoras le pareció la mayor desgracia que podía ocurrirle aquel día. ¿Pero cómo era posible resistir á las órdenes de aquel tirano?
Y ahora que recuerdo, esta casa era de D. Manuel Moreno-Isla, que el año pasado le dio la administración a D. Plácido. Me lo contó mi tía, y D. Plácido es tan tirano, que no da una paletada de yeso aunque le fusilen.
Y vosotros, qué sois? flojos pigmeos Sin brazos, sin espada, sin creencia, Temblando ante el tirano como reos Sofocando la voz de la conciencia...! Y bebereis oprobio eternamente Sin levantar la deslustrada frente!
El ajuar de la cocina abundante, rico, ostentoso, despedía rayos desde todas las paredes, sobre el hogar, sobre mesas y arcones; era digno de la despensa; y Pedro, altivo, displicente, ordenaba todo aquello con voz imperiosa; mandaba allí como un tirano.
Palabra del Dia
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