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Actualizado: 23 de junio de 2025


La llaman «la Generala» por su carácter algo varonil, por la rudeza con que trata á veces á las gentes. ¡Una mujer extraordinaria! ¡Una verdadera amazona!... Tira á las armas, hace gimnasia, nada en los ríos en pleno invierno, y además tiene una voz como un suspiro de brisa, gorjea al hablar como un pájaro, parece que va á desmayarse á la menor emoción lo mismo que una niña tímida... ¿Quieres saber quién es?... Se llama Clorinda; un nombre de poema y de comedia antigua.

Entró el señor de Luzmela en el cuarto de Julio, con el alma abierta, un alma que rondaba en infatigable guardia de honor en torno a la niña triste de los ojos garzos. Ella estaba allí, tímida y culpada, ante la mirada elocuente de su amigo.

Estos días ha estado un poco enfermo. Me lo ha dicho el criado manifestó dirigiendo una mirada tímida a la mesa donde jugaba su marido.

No se recuerda quién, pero él piensa que Anita, se atrevió a manifestar el deseo de una separación en cuanto al tálamo quo ad thorum . Fue acogida con mal disimulado júbilo la proposición tímida, y el matrimonio mejor avenido del mundo dividió el lecho. Ella se fue al otro extremo del caserón, que era caliente porque estaba al Mediodía, y él se quedó en su alcoba.

La credulidad, la confianza que le he mostrado, me impiden hablarle alto... No puedo, a pesar de todo, pedirle que se case conmigo si él no lo desea o si no encuentra que soy un buen partido para su ambición. Luciana le dije turbada en extremo. Temo no poder cumplir una misión tan delicada; no sabe usted lo tímida que soy. Su bondad de usted la inspirará.

Su renuncia al pasado, la convicción de que sólo era una madre desesperada, cortó su voz con un gemido, al mismo tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Con una mano tímida apartó Miguel el pañuelo que ella se había llevado al rostro para ocultar su llanto. Murmuraba frases incoherentes, con la intención de consolarla; pero á continuación, la cólera volvió á dominarle.

Y la hija aprovechó la ocasión para dejar oír una voz de monjita tímida, que contrastaba con sus ardientes ojos orientales: ; papá vive mejor aquí. Aquí estás más tranquilo añadió el capitán y haces menos pecados. Febrer pensaba en el tormento de pasar su existencia al lado de aquel fuelle roto. Por fortuna, moriría pronto.

Dios perdone sus pecados, y quiera darme tiempo a mesmo para purgar los míos en esta santa casa de religiosos. ¿Y cuál ha sido su muerte? volvió a preguntar la doncella, con expresión tímida y ansiosa, sentándose en el extremo del escaño. Su muerte respondió el novicio dice harto bien lo que fue su contrición.

Se llamará Julio, y quiero que se parezca á mi pobre finadaDesde la muerte de su esposa, que ya no la llamaba «la china», sintió algo semejante á un amor póstumo por aquella pobre mujer que tanto le había aguantado durante su existencia, siempre tímida y silenciosa. «Mi pobre finada» surgía á cada instante en las conversaciones del estanciero, con la obsesión de un remordimiento.

¿Quién le hablaba...? ¿Si sería Elissabetta, la cándida amada del cantor? No; era Amparito, el malicioso bebé, que le sonreía, algo confusa y tímida, como si no supiera qué decirle, y un poco más allá, doña Manuela envolviéndolos en la más tierna de sus miradas maternales. Bien sabía hacer las cosas aquella señora.

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