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Actualizado: 13 de mayo de 2025
La única persona con quien ella se atrevía a hablar algo de lo que le pasaba por dentro era don Tomás Crespo, libre, decía él, de todas las preocupaciones, inclusive la de no tenerlas, que era de las más tontas. Ana observaba mucho. Se creía superior a los que la rodeaban, y pensaba que debía de haber en otra parte una sociedad que viviese como ella quisiera vivir y que tuviese sus mismas ideas.
Los viejos, hombres de una sola idea, no pueden comprender que se vivan todas las ideas. ¿Que los jóvenes no tienen ideas fijas? ¡Sí precisamente no tener una idea fija es tenerlas todas, es gustarlas todas, es amarlas todas!
A estos motivos de pena añadía la de Rufete el ningún adelanto que en tantos días había tenido el principal y más interesante negocio de su vida, con más otras cuitas, sobre las cuales, por tenerlas ella como en delicado secreto, no nos atrevemos a aventurar palabra alguna.
Y, apartando a Sancho entre unos árboles del jardín y asiéndole ambas las manos, le dijo: -Ya vees, Sancho hermano, el largo viaje que nos espera, y que sabe Dios cuándo volveremos dél, ni la comodidad y espacio que nos darán los negocios; así, querría que ahora te retirases en tu aposento, como que vas a buscar alguna cosa necesaria para el camino, y, en un daca las pajas, te dieses, a buena cuenta de los tres mil y trecientos azotes a que estás obligado, siquiera quinientos, que dados te los tendrás, que el comenzar las cosas es tenerlas medio acabadas.
Sentémonos aquí antes de entrar en el camino real. Es lo mejor que podemos hacer. Choto, ven aquí. Los tres se sentaron. Si está esto lleno de flores... dijo la Nela . ¡Madre!, ¡qué guapas! Cógeme un ramo. Aunque no las veo, me gusta tenerlas en mi mano. Se me figura que las oigo. Eso sí que es gracioso.
Dije virtudes, riquezas y liberalidades, porque el grande que fuere vicioso será vicioso grande, y el rico no liberal será un avaro mendigo; que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas comoquiera, sino el saberlas bien gastar.
Se conoce que cuida mucho sus manos y que tal vez pone alguna vanidad en tenerlas muy blancas y bonitas, con unas uñas lustrosas y sonrosadas, pero si tiene esta vanidad, es disculpable en la flaqueza humana, y al fin, si yo no estoy trascordado, creo que Santa Teresa tuvo la misma vanidad cuando era joven, lo cual no le impidió ser una santa tan grande.
Pero, el joven se había echado ya a sus pies e imploraba su compasión; sí, era cierto, era cierto que él falsificara la firma de Esteven, para obtener del prestamista el dinero que necesitaba, pero lo hizo ciego, sin saber lo que hacía, ni a lo que se exponía, pensando, en su fiebre de fortuna improvisada, que, llegado el vencimiento, podría retirar fácilmente el pagaré, las manos llenas de oro, como había de tenerlas; nadie se lo aconsejó, sino su mala cabeza.
La tía Jeroma, madre de nuestro diputado Bartolo; la tía Brígida, su prima hermana y madre del prudente Quino; Elisa, joven de veinticinco años, recién casada, con temperamento y aficiones de vieja, y que por tenerlas todas hasta fumaba como ellas cigarrillos envueltos en hojas de maíz; por último, la vieja Rosenda, una mujer que vivía sola en un hórreo y que algunos tenían por bruja.
Cosa notable que los nuestros puestos en medio de sus enemigos, tres años continuos tuviesen ellos siempre guerra civil, derramándose mas sangre que en todas las demas que tuvieron con extraños. Y aunque las guerras civiles son de ordinario ocasion de no tenerlas con los extranjeros, no sucedió esto á los nuestros, pues á un mismo tiempo acometian al enemigo, y se mataban entre ellos.
Palabra del Dia
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