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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Su felicidad, su dicha reconquistada un día antes, perdida de nuevo y para siempre! Presentía que esta vez no había redención posible. Los nervios de la madre habían saltado a la loca, como teclas, y él no podía hacer ya nada más. Comenzaba a lloviznar. Caminó hasta la esquina, y desde allí, inmóvil bajo el farol, contempló con estúpida fijeza la casa rosada.

Conozco a mi país, conozco a mis paisanos, he pulsado teclas de conspiración en distintas épocas; el valor que tienen las ideas, insignificante junto al valor de las pasiones; muy bien que a los políticos de nuestra tierra les gobierna casi siempre la envidia, y que la mayoría de ellos tienen una idea, sólo porque el vecino de enfrente tiene la idea contraria.

El piano es de madera, con las teclas pintadas; y no tiene banqueta de tomillo, que eso es poco lujo, sino una de espaldar, hecha de la caja de una sortija, con lo de abajo forrado de azul; y la tapa cosida por un lado, para la espalda, y forrada de rosa; y encima un encaje.

Tocó la niña su pieza con no poca fatiga, a ratos aporreando las teclas como si las quisiera castigar por alguna falta que habían cometido, a ratos acariciándolas para que sonaran suavemente con ayuda de pedal, arqueando el cuerpo, ya de un lado, ya de otro, y poniendo cara afligida o de mal genio, según el pasaje.

Lo que más le desagradó fue saber que en el baile había bebido dos o tres refrescos. Era Duhamel un vejezuelo chico y apergaminado, en quien la vida se refugiaba en los ojos relucientes y perspicaces. Pelicano y cejicano, lucía todos sus dientes, largos y rancios como teclas, con el frecuente sonreír.

Ella le había enseñado algo de francés y un poco de piano en un antiguo instrumento de teclas amarillentas y gran frontispicio de seda roja que casi llegaba al techo. Otros sabían menos que él y eran tan caballeros y mucho más dichosos. ¡A vivir!.... Permaneció dos años en Madrid.

Las dificultades son inmensas: nuestro teclado, con sus ± 250 teclas, deja ver sus insuficiencias siempre que es necesario digitalizar Katakana o Hiragana japoneses, y aún peor con el chino. La gran variedad de los sistemas de escritura por el mundo y el número de caracteres que abarcan constituyen un freno potente.

Un momento después Valentina dejaba caer sus manos sobre las teclas y tocaba el Clair de Lune, esa profunda melodía de Beethoven en que cada nota parece el suspiro melancólico de un coloso.

Elena, que en sus horas de soledad era una fumadora insaciable, cuando se cansaba de ir con el cigarrillo en la boca de una á otra pieza examinando los adornos y comodidades de su nueva casa, abría el piano, dejando que sus dedos corriesen sobre las teclas.

Solía quejarse el tío Frasquito con harta frecuencia de dolor de muelas, y aprovechaba esta ocasión para desplegar toda la boca con gesto doloroso, poniendo de manifiesto una magnífica dentadura, limpia, igual y blanca, como las teclas de un piano que le había costado diez mil francos en casa de Ernest, famoso dentista de Napoleón III.

Palabra del Dia

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