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Por suerte de don Alejandro, aquel cambio de costumbres podía hacerse, se haría forzosamente sin necesidad de que se traslucieran sus sospechas ni sus arrepentimientos, ni se ofendieran pundonores ni delicadezas de nadie: con la venida de su sobrino Nacho. Por su cuenta, Nacho no tardaría una semana en llegar a Peleches; de un momento a otro esperaba carta suya que se lo confirmara, desde Madrid.

El señor Fermín se alegraba de esta solución. ¡Que le tuviesen entretenido mucho tiempo! ¡Que no volviese en un año! Conocía a Salvatierra, y estaba seguro de que, permaneciendo en Jerez, no tardaría mucho en estallar la insurrección de los hambrientos, seguida de una represión cruel y del presidio para don Fernando, tal vez por toda su vida.

Faltaba el lazo que nos unía. Entre aquel río, aquella Torre del Oro, aquellos bosques de naranjos, aquel horizonte diáfano de tintas brillantes y yo, no había nada ya de común. No era frente a estas cosas más que un curioso, un touriste, como ahora se dice; pero no tardaría en partir, acaso para siempre. ¡Partir!, ¡ay! No se rían ustedes.

Ella bajó la frente, anonadada. «¡Tan lejos! ¡tan lejos!...» Con voz queda siguió haciendo preguntas, curiosa por conocer la distancia que iba a separarlos y atemorizada al mismo tiempo por su magnitud. ¿Y era cierto que una carta tardaría cerca de un mes en establecer la comunicación entre sus pensamientos? ¿Y transcurriría un espacio de tiempo igual para obtener la respuesta?... Ellos que se habían creído infelices cuando en sus cortas separaciones, viviendo el uno en Madrid y el otro en París, pasaban dos días sin noticias.

Tres días antes había salido para Biarritz, manifestando á su secretario que tardaría unas dos semanas en regresar, y se presentaba inesperadamente, con una cara que daba miedo. ¿Qué negocio se le habría torcido al grande hombre, hasta el punto de hacerle perder su solemne gravedad?...

El capitán Ferragut se había quedado allá por un negocio importante, pero no tardaría en volver. Su segundo le esperaba de un momento á otro. Tal vez hiciese el viaje por tierra, para llegar antes. Esteban se asombró al ver que su madre no aceptaba esta ausencia como un suceso insignificante. La buena señora se mostró preocupada y con los ojos lacrimosos.

Enternecióse el santo varón con tan justa demanda; mas no pudo darle consuelo, porque tenía orden estrecha de los Superiores para no bautizar, á ningún adulto antes de fabricar la Reducción; por lo cual se excusó con lo mejor que pudo de no poder condescender con su petición, aunque lo deseaba sumamente; y que si él daba la palabra y perseveraba en aquel sabio y santo propósito, no tardaría mucho, ó en volver él mismo, ó si no pudiese, enviaría otro de sus compañeros en su lugar para que le pusiese en el camino de la salvación eterna.

No le dolía la pérdida de aquel ser sobre el cual había vertido las hieles amargas de su corazón; pero le agitaba la idea de perder de una vez su venganza. Justamente al tercer día de hallarse en cama Josefina, tuvo noticia de que en la noche anterior había salido Fernanda en la silla de posta para Madrid, y que Luis sólo tardaría cuatro o cinco días en reunirse con ella.

El millonario, ante la sonrisa de Aresti y la indecisión de las palabras del joven, se convenció de que éste mentía. Sanabre siguió hablando. No olvidaba la bondad con que le había distinguido su jefe: sentía alejarse de su lado, pero estaba resuelto á la separación y tardaría en irse lo que tardase en encargarse de los altos hornos otro ingeniero. Mientras tanto, allí estaría á sus órdenes.

Doña Gertrudis dijo que se hallaba más tranquila, y apretando la mano a su hija María le dio las gracias por haberle procurado la dicha de comulgar. Era de esperar la mejoría. Todas las señoras la encontraban muy natural y aseguraron a la enferma que no tardaría en ponerse buena. Dios todo lo puede, doña Gertrudis.