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Actualizado: 7 de julio de 2025
Sentí también remordimientos de conciencia, como si estuviera poniendo mis manos en el tesoro de un amigo, y me apresuré a dar un tajo a la conversación, llevando enseguida los restos de ella hacia la otra que ya estaba en la agonía por falta de materia o por sobra de cansancio entre los interlocutores.
Y entiende además que a cada instante se ofrecen negocios de mi flor a todo oficinista no lerdo, el cual a menudo tiene algo de que incautarse y al cual no falta de vez en cuando quien le unte bien la mano. Con tales imaginaciones ¿cómo irá nadie con gusto a cavar en el tajo y cómo no ha de querer convertir el tajo en un remedo de la soñada, deliciosa y sibarítica oficina?
De ese modo, Toledo está incomunicada topográficamente por todos lados ménos uno, teniendo á sus costados los profundos abismos del Tajo, que desciende con suma rapidez por entre rocas estupendas tajadas casi perpendicularmente. Ademas, en la cima de la inmensa roca donde reposa Toledo, hay siete eminencias ó montículos desiguales, cubiertos de edificios, plazas y calles.
Realmente, señora, era un atrevimiento que un pobretón como yo, que jamás he estado en la India ni he visto otras cataratas que las del Tajo en Aranjuez, tenga pretensiones nada menos que de ser amado por una mujer de posición.
En la tercera pared en la que se abre la puerta de la alcoba hay tres cuadros. El primero es una fotografía que lleva por título: Guadalajara; vista de la carretera por las entrepeñas del Tajo.
Meñique sacó su hacha, y le dijo: «¡Corta, hacha, corta!» Y el hacha cortó, tajó, astilló, derribó ramas, cercenó troncos, arrancó raíces, limpió la tierra en redondo, a derecha y a izquierda, y los árboles caían sobre el gigante como cae el granizo sobre los vidrios en el temporal. Para, para dijo asustado el gigante, ¿quién eres tú, que puedes echarme abajo mi bosque?
En el pueblo decían que tenía talento, y que si publicase en Madrid los versos que había insertado en El Eco del Tajo, hablarían de él como de Núñez de Arce y Grilo: no sabía si esto era cierto, pero sentía su corazón lleno de nobles propósitos, y amaba al teatro más que a las niñas de sus ojos. ¿Llegaría a ser un Ayala o un Tamayo? ¿Sería rechazado por el público?
Otros la atribuyen á la cólera divina, ofendida por haber quebrantado Rodrigo las puertas de una cueva encantada que estaba cerca de Toledo en una de las bandas del caudaloso Tajo.
La única casa que le pareció alegre era la de Capitan Basilio. Pollos y gallinas piaban cantos de muerte con acompañamiento de golpes secos y menuditos como de quien pica carne sobre un tajo, y del chirrido de la manteca que hierve en la sarten. En casa había festin y llegaba hasta la calle tal cual ráfaga de aire impregnada de vapores suculentos, tufillo de guisados y confituras.
Una vez cruzada la serranía de los Montes de Toledo, dejando atras, al norte, la grande hoya del Tajo, el vasto panorama parecia ser el mismo, porque hay una singular semejanza entre esa hoya y la del Guadiana. Pásase luego por la villa de Madridejas, que cuenta unos 7,000 habitantes, y cuyo tipo no requiere descripcion, porque en la Mancha todo es uniforme.
Palabra del Dia
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