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Actualizado: 11 de junio de 2025
La de más allá tenía cinco hijos y vísperas, de lo que daba fe el promontorio que le alzaba las faldas media vara del suelo. No podía ir en tal estado a la Fábrica de Tabacos, por lo cual estaba pasando la familia una crujida buena.
El domingo se me presentaba hecho un figurín: Rodolfo: ¡dame uno de aquellos de nuestra tierra! El dio cuenta de los tabacos; él, que no tenía necesidad de disimular la arranquera. El fiel servidor, establecido en Villaverde, allá por el barrio de San Antonio, en una tienda que se llamaba «La Legalidad», fué, como siempre, una providencia para las tías.
Esta pasará por delante de su casa cuyas conchas atestadas de castilas le mantendrán la vanidad, Concluída la procesión hará los honores de la casa, dará doscientas vueltas alrededor de la sala, ofrecerá sin cesar en bandejitas de cristal, pequeños bullos y secos tabacos, bailará y hasta hará vibrar en el arpa los recuerdos de alguna canción morisca ó evocará la triste historia de Atala, desfigurada por la sangrienta mano de algún joven filósofo.
¿Y si no vienen a pelo los cuentos que yo sé? No importa; usted hará reír, y ese es el caso. ¿Dice él que usted se equivoca una vez? Dígale usted que él se equivoca ciento, y pata. Usted es un tal; y usted es más: éste es el modo. Pero, señor Fígaro, ¿y dónde dejamos ya la cuestión de tabacos? ¿Y a usted qué le importa ni a nadie tampoco? Déjela usted que viaje.
Aturdido estúpidamente, dije algunas frases que no recuerdo, y me despedí de aquellas señoritas, a quienes no deseé otra cosa más que Dios confundiera en el mismo momento. ¡Bueno estaba yo para bromitas! Andando entre calles un rato, se me ocurrió la idea, no muy sensata, de ir a la Fábrica de Tabacos y preguntar allí por Paca...¿Para qué? Llegaba mi grosera ignorancia hasta no saber su apellido.
Trabajaba como asistenta en las casas más acomodadas del barrio, cosía para las vecinas, correteaba ropas y alhajas en representación de cierta prendera amiga suya y hacía pitillos para los señores, recordando sus habilidades de la juventud, cuando el señor Juan, novio entusiasta y zalamero, venía a esperarla a la salida de la Fábrica de Tabacos.
Sr. D. Baltazar Hidalgo de Cisneros, Tribunales de la Real Audiencia Pretorial y de Cuentas, de la Renta de tabacos, con lo demas que la Junta tenga por conveniente cercenar: en inteligencia, que los individuos rentados no han de quedar absolutamente incóngruos, porque esta es la manifiesta voluntad del pueblo.
También sería conveniente se criase un ministro de real hacienda, con los dependientes necesarios pagados de los reales haberes, para que atendiesen al cobro de los reales derechos, reales tributos y demás perteneciente a Su Majestad, y principalmente al ramo de tabacos, que aquí son mejores que en el Paraguay, y pudiera adelantarse su cultivo y beneficio con muchos aumentos de la real hacienda.
La fábrica de tabacos se estremeció con indignación en sus cimientos, a pesar de que, como es público y notorio, son tan profundos que llegan hasta América. Todo el entusiasmo que hemos procurado bosquejar sin haberlo conseguido, se manifestaba una noche a la puerta del teatro, en un grupo de jóvenes que se esforzaban en comunicárselo a dos extranjeros recién venidos.
De la Fábrica de Tabacos, pasó el monarca á visitar el museo de antigüedades, que estaba establecido en uno de los salones bajos del Alcázar, museo que se debió principalmente al célebre don Francisco de Bruna, y que se formó en gran parte con las estatuas y objetos sacados en las excavaciones de Itálica.
Palabra del Dia
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