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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Una nube de tristeza pasó también por la bella alma apasionada de la respetable viuda, y sus miradas comenzaron a ser tímidas, inquietas, llenas de muda reconvención. Sonó la campanilla de la puerta. Nadie lo advirtió mas que el ama de la casa y Obdulia, cuyo rostro se cubrió de palidez.
Eran tres nada más: un joyero viejo que venía de visitar sus sucursales de América y dos muchachas comisionistas de la rue de la Paix, las personas más modositas y tímidas de á bordo, vestales de ojos alegres y nariz respingada, que se mantenían aparte, sin permitirse la menor expansión en este ambiente poco grato. Por la noche hubo banquete de gala.
En medio de este continuo pregonar, entre la descarga de ofertas a grito pelado, destacábanse algunas voces melancólicas y tímidas ofreciendo «¡medias y calcetines!». Eran los sencillos aragoneses, golondrinas de invierno que, al caer las primeras nieves que dejan el campo muerto y el hogar sin pan, levantan el vuelo con su cargamento de lana, y desde el fondo de la provincia de Teruel llegan, a Valencia, ofreciendo lo que la familia fabrica durante el año.
Pero a veces, cuando el preopinante esfuerza demasiado la argumentación, las copas o las tazas suelen rodar por el suelo y quebrarse. Entonces es el preopinante quien se desconcierta y dirige con turbado semblante miradas tímidas hacia el mostrador. Adolfo Moreno gozaba incomparablemente en estas discusiones que le permitían lucir sus conocimientos en las ciencias naturales.
Razón tiene la mística doctora Santa Teresa cuando pondera los grandes trabajos de las almas tímidas que se dejan turbar por la tentación: pero es mil veces más trabajoso el desengaño para quienes han sido, como yo, confiados y soberbios. Templos del Espíritu Santo son nuestros cuerpos, mas si se arrima fuego a sus paredes, aunque no ardan, se tiznan.
Este se hizo el desentendido, aprovechó aquella nueva necedad de la niña para ganar al padre cuanto antes, y como no vio ningún peligro para nadie en la pasión imaginaria de la americanilla antojadiza, no la apartó de su lado, como había hecho con otras mujeres menos tímidas y más temibles para la carne.
Sabed ¡oh tímidas y pudorosas doncellas merecedoras del blanco azahar! que la puerta de comunicación no se abrió aquella noche. Acostose Cristeta, y al apagar la bujía vio que por el ojo de la cerradura entraba un hilo de luz, al cual parecían dejar paso mal intencionadamente las prendas colgadas de la percha.
Y el infeliz mortal poseedor de tantas cualidades paseaba por la tienda ante su asombrado dependiente, con toda la prosopopeya de un hombre que tiene agarrada la fortuna por los pelos y no piensa soltarla.... Y todo porque con unas cuantas operaciones tímidas, yendo a la zaga de otros más expertos, había ganado mil duros.
Los varones, agrios, displicentes, huraños, sombríos; las mujeres, tímidas, asustadizas, amables, pero con amabilidad monjil. La vida como las cosas y las personas.
Que suban, hombre, veremos si son guapas confirmó Borrén. Lola de esta vez no necesitó que le reiterasen la orden. Ya estaba bajando las escaleras dos a dos. Villancico de Reyes No tardaron en resonar pisadas en el corredor; pisadas tímidas y brutales a la vez, de pies descalzos o calzados con zapatos rudos.
Palabra del Dia
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