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Actualizado: 24 de julio de 2025
Se acordó una que otra vez Ben-Mohammad de cuán necesaria era la sumision de los valíes que se habian proclamado independientes; mas ni siquiera para intentarla se sintió con fuerzas. Trató de conciliarlos, y encendió sin querer el fuego de la guerra.
Las miradas que dirigía sobre él, se inflamaban al parecer algunas veces con una extraña expresión de severidad; pero esto no era más que un relámpago; un instante después sus bellos ojos húmedos y su fisonomía inalterable no manifestaban sino una tierna abnegación y una sumisión apasionada.
Y todos, con esa sumisión de las muchedumbres cuando se sienten dominadas por el entusiasmo ó el asombro, siguieron sus ojos para conocer al hombre que era acogido de este modo por la heroína.
Aunque no le llevase más de tres o cuatro años, Nuncita, por la costumbre adquirida, por debilidad de carácter, o por ventura porque no le disgustaba aparecer más joven en presencia de la gente, reconocía la jefatura de su hermana y la obedecía con una sumisión que envidiarían las madres para sus hijas.
Fue el motivo más poderoso de rencor entre los muchos que tenía contra su hermano, después de la estatura. Cándida fue a besar la mano del P. Melchor, de quien era hija de confesión, y le consoló, con el respeto, la sumisión y el cariño con que empezó a hablarle, del fracaso que acababa de experimentar.
Los tres visitantes admiraron el silencio y la sumisión con que estos organismos enormes cumplían sus funciones cual si tuvieran un alma y se sometiesen voluntariamente a una disciplina. Ni el más leve ruido alteraba el silencio del metal que se movía envuelto en la sordina de la grasa. Todos los organismos funcionaban con la suavidad discreta del lubrificante.
Las anteriores paces se concertaron con los elementos de la confianza y la hidalguía por una parte, y el terror y la necesidad por otra, convenciéndose bien pronto los españoles de lo mentido de las promesas y la falsía de la sumisión.
La llama vivísima que en su pecho ardía no le inspiraba la sumisión pasiva, sino actividades iniciadoras que debían desarrollarse en la libertad. Tenía un carácter inflexible y un tesoro de dotes de mando y de facultades de organización que ya quisieran para sí algunos de los hombres que dirigen los destinos del mundo.
Bajó Tomás, y con los ojos bajos y sumisión grande se hincó de rodillas ante su padre, el cual le abrazó con grandísimo contento, a fuer del que tuvo el padre del Hijo Pródigo cuando le cobró de perdido. Ya, en esto, había venido un coche del Corregidor, para volver en él, pues la gran fiesta no permitía volver a caballo.
Siempre nos hemos llevado mal, señora, desde el momento en que nos casamos, y en que tuvísteis la franqueza de decirme que, casada conmigo contra vuestra voluntad, nada podía esperar de vos, sino vuestra sumisión á vuestra suerte; yo no he abusado de vuestra sumisión; yo no he intervenido en vuestra vida, pero ha sido mientras habéis respetado mi honor. Bien; concluid. ¡Tenéis un amante!
Palabra del Dia
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