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Actualizado: 17 de junio de 2025


Toos lo mesmo... Que les den lo suyo, ¡ya verás!... Esta mañana se ha arrancao uno porque un cabayero traía un perro e lana... Por poco hay aquí un espetáculo. Yo, que estaba extremadamente inquieto, me sobresalté al oír esto, y, como quien no quiere la cosa, cogí las riendas que el criado sujetaba. Hice bien en tomar tal precaución, porque al instante se produjo cierto movimiento entre los toros.

Además, una preciosa mano cuajada de anillos y extremadamente blanca y mórbida, sujetaba su manto cerrado sobre su rostro, sin dejar abierto más que un candil, una especie de pliegue demasiado saliente, para que pudiera vérsela ni un ojo. La noche empezaba á cerrar densamente obscura. El joven empezaba á aturdirse con lo que le acontecía.

»Severo y brusco para todo el mundo, Teobaldo tenía para una dulzura y bondad infinitas. Aunque las funciones de preceptor tienen algo de enfadosas, nada podía agotar su paciencia, ni aun las rudas pruebas a que le sujetaba mi estudio de las lenguas extranjeras.

Además, a pesar de las instancias de Tristán, que no veía ya la necesidad, persistía en amamantar a su hijo y se empeñaba en hacerlo hasta que cumpliese los veinte meses. Esto la sujetaba mucho a la casa, pero nada le costaba.

Quedaban sobre el fondo de ella, en sentido vertical y uno en cada ángulo, dos anchos listones, que parecían estar allí para sostener los extremos de los otros dos horizontales y más estrechos, sobre los cuales descansaba la balda; pero era otro muy diferente su destino: estaban sueltos y servían para ocultar unos pasadores de hierro con que se sujetaba a los tableros laterales el del fondo.

El amo sujetaba al perro, y á despecho de sus alaridos y convulsiones, le untamos bien todas las quemaduras. Luego, temblando de dolor, entró en su casa detrás del amo. Una de las mujeres que asistieron al lance, dijo algunas palabras á mi compañera, que la contestó en buen castellano: no la entiendo á usted.

Toda cabeza que se ponía al alcance de su vista turbia la sujetaba entre sus brazos, llevando á ella las narices. El más lejano perfume del licor de oliva despertaba su cólera. «¡Ah, lladre!...» Y dejaba caer su manaza enorme, blanda y pesada como un guantelete de esgrima.

Old Sam daba un martillazo a la palomilla de hierro que sujetaba el ancla de proa, y poco después se echaban las otras tres y quedaba el barco inmóvil. El nuevo Tristán y yo presenciamos el embarque, el primero que hicimos con este piloto.

Gocemos el encanto de esta hora fugitiva, retengámosla por los cabellos, dejemos que nos acaricie blandamente. ¡Quién sabe si en pos de esta tan dulce vendrán otras tétricas! Permite que la retenga un minuto más por su manto azul y flotante... Y al decir esto, sujetaba la falda de su prometida. ¡Arriba, Tristán, arriba! replicó ella riendo. Pues ayúdame. La joven le entregó sus manos.

Mas desde aquella columna, donde se podían dictar leyes al mundo del fausto y del escándalo, sólo se lograba inspirar desprecio y repugnancia invencible a ese otro mundo, no más pequeño, pero más desconocido, de la honradez y la virtud, y justamente en aquel mundo callado y oculto era donde se escondía la persona que a toda costa necesitaba él en aquellas circunstancias... ¿Y quién ponía ya diques al viento? ¿Quién sujetaba al tío Frasquito, que babucha en mano recorría ya las calles de París en busca de un pedacito de celebridad, de un solo rayito de la aureola del héroe?...

Palabra del Dia

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