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Actualizado: 1 de mayo de 2025
El segundo fué para el tabernero, a quien dijo, mientras éste apuraba el líquido, mitad por el gaznate y mitad entre cuero y camisa: Señor don Jeromo, el mundo está perdido; los tunantes se nos suben a las barbas, y los hombres de bien andamos por los suelos. Es preciso que la cosa cambie, ¡y cambiará! Para conseguirlo, contamos con usted. ¡Ya, ya! gruñó por tercera vez don Zambombo.
Y por aquella vez no había esperanzas para Juan Pablo, porque los suyos, los que él llamaba con tanto énfasis los míos, estaban por los suelos, y había lo que llaman racha en las regiones burocráticas. A veces exploraba el mísero cesante su conciencia, y se asombraba de no encontrar en ella nada en qué fundar terminantemente su filiación política.
Ahora no existe ninguna semejante ni parecida: queremos que sea medio sociedad medio cofradía, con honores de tribunal. Si nos dejan, el Santo Oficio con levita. Hace mucha falta porque hoy no se respeta nada ni se cree en nada, el sentido moral anda por los suelos, el mundo está perdido... Pero tú no puedes comprenderme.
No se hubo bien encerrado, cuando la huéspeda arremetió al barbero, y, asiéndole de la barba, dijo: -Para mi santiguada, que no se ha aún de aprovechar más de mi rabo para su barba, y que me ha de volver mi cola; que anda lo de mi marido por esos suelos, que es vergüenza; digo, el peine, que solía yo colgar de mi buena cola.
Hasta entonces sólo había observado yo la Naturaleza a la sombra de sus moles, en las angosturas de sus desfiladeros, entre el vaho de sus cañadas y en la penumbra de sus bosques; todo lo cual pesaba, hasta el extremo de anonadarle, sobre mi espíritu formado entre la refinada molicie de las grandes capitales, en cuyas maravillas se ve más el ingenio y la mano de los hombres que la omnipotencia de Dios; pero en aquel caso podía yo saborear el espectáculo en más vastas proporciones, en plena luz y sin estorbos; y sin dejar por eso de conceptuarme gusano por la fuerza del contraste de mi pequeñez con aquella magnitudes, lo era, al cabo, de las alturas del espacio y no de los suelos cenagosos de la tierra.
Diez y ocho meses bien cumplidos estuvo en la Alcarria; y refería después la nodriza que, en las pocas veces que en ese tiempo fue el señor marqués a ver a su hija, se le caía la baba de gusto al contemplarla rodando por los suelos, medio desnuda, entre cerdos y rocines, tan valiente y risotona, y tan sucia y curtida de pellejo, como si fuera aquél su elemento natural y propio.
Creo que cualquiera mujer haría lo mismo en mi caso. ¿Qué ganaba con revelar estas cosas tan sucias? Sólo cuando vi mi honra por los suelos, sólo cuando llegó a mis oídos lo que se decía en Peñascosa, me aventuré a confesarlo a mi padre. Por mandato de éste me encuentro aquí, que de otro modo tampoco hubiera venido.
Bastábale saber que el lujo y la abundancia rodaban por aquellos suelos lo mismo que antes, y que su abuelo, hecho una ruina ya, aunque de mala gana y refunfuñando, acudía siempre a las llamadas de la hija en sus continuos apuros.
Creímos que te habías ido al Congo... No pases, no entres; quédate ahí, que nos vas a poner perdidos los suelos, lavados de esta tarde... ¡Bonita vienes!... Quita allá esas patas, mujer, que manchas los baldosines... ¿En dónde está la señora? dijo Nina, volviendo a mirar los diamantes y esmeraldas, y dudando ya que fueran efectivos.
Es esta ciudad triste y oscura; por de fuera negra, por dentro negrísima; suelos negrales, paredes negrunas, habitadores negrazos y oficiales negretes. Generalizada la navegación de las Indias, ninguna persona embarcaba, con todo, sin haber hecho testamento y sin confesar y comulgar la víspera.
Palabra del Dia
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