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Actualizado: 26 de junio de 2025
Pues bien; acababan de saber que el duque, faltando a su palabra, se lo trataba de birlar decaradamente: había presentado el correspondiente pliego en la subasta. El primero que habló fué Calderón. Antonio, venimos a reñir contigo seriamente.... No puede ser. ¿Reñir con un hombre tan inofensivo como yo?...
Y yo, que me ofrecía en subasta a las mundanas feas con fortuna, que me ponía en venta, acababa de cometer el acto más ultrajante, con la mujer que nos ha querido demasiado... Flaqueza en el Monte de los Olivos, o momento vil en un hombre que no lo es, llevan al mismo fin: ansia de sacrificio, de reconquista más alta del propio valer.
Devuelva usted al convaleciente el placer de vivir, el amor; esto vale más que las partidas de piquet o de malilla a pública subasta o que la lectura de la última novela salida a luz. Querría que todas las enfermeras fueran enamoradas, criaturas lindamente adornadas y vestidas por los grandes modistos... SITA. Hay también un músculo que se llama el gran sartorio... .
Las naciones tendrían que ponerse en venta, el globo terráqueo saldría á pública subasta, los hombres serían esclavos, todas las mujeres se alquilarían para entregarle el producto de su deshonor; y aun así, sería preciso que solicitasen un plazo de unos cuantos miles de años para quedar bien con él, acreedor del universo, sentado en su banqueta de pianista como sobre un trono.
Al señor Esteban le causaba igual indignación esta subasta lenta, que desgarraba en piezas la fortuna de la catedral, que si viera a los alguaciles entrar en su casa de las Claverías para llevarse los muebles de la familia, cada uno de los cuales guardaba el recuerdo de un ascendiente.
Se figuraba sacada a pública subasta. Doña Águeda y después su hermana trataron con gran espacio el asunto de la cotización probable de aquella hermosura que consideraban obra suya. Para doña Águeda la belleza de Ana era uno de los mejores embutidos; estaba orgullosa de aquella cara, como pudiera estarlo de una morcilla.
Cuando aparecieron en la ruinosa fachada de la casa paterna los cartelones anunciando, en letra muy gorda, la subasta, Pablo Aquiles y Casilda comprendieron que había que marcharse; buscaron una casa pequeña y modesta, recogieron lo poco que quiso dejarles Gregoria, y salieron ambos del hogar de sus padres, como tristes desterrados. La visita de Bernardino Esteven es digna de ser contada.
La marquesa miraba y escuchaba a Jacobo con entusiasmo, con admiración..., con admiración tan grande y profunda, como que algo parecido a aquella hermosa perorata lo había leído ella en Veuillot hacía varios años; como que allí mismo, en el secrétaire que tenía delante, hallábase guardada entre los papeles de Elvira la escritura de venta de la torre de Téllez-Ponce, sacada a pública subasta por los acreedores de Jacobo y comprada bajo cuerda por Elvira misma, para salvar de los usureros aquel último recuerdo histórico de la familia a que pertenecía su hijo.
Desde entonces continuó el viejo que está aquí preso el pobre Socarrao. Pero no tardará en hacerse a la mar con su antiguo amo. Parece que ha terminado el papeleo; lo sacarán a subasta, y se lo quedará el patrón por lo que quiera dar. ¿Y si otro da más? ¿Y quién ha de ser ese? ¿Somos acaso bandidos?
No pararon aquí las cosas. Resolvió vengarse de las supuestas ingratitudes y ofensas de su hermano. El mejor medio era reclamarle al punto los catorce mil reales que le debía y sacarle a subasta pública los bienes, en el caso seguro de que no pudiese devolverlos. Esta idea le produjo vivo deleite.
Palabra del Dia
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