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Actualizado: 3 de junio de 2025
Para él, el Universo se redujo de pronto al tamaño y a la forma de una mujer. No sólo se creyó obligado a vivir y respirar para ella, sino también a pensar en todos los instantes del día y hasta a soñar con ella por la noche. En un principio la dama le recibía en su casa.
Ojeda hizo una señal negativa... Y sin embargo, de querer él, lo hubiese podido encontrar en dos minutos. Nélida e Isidro habían desaparecido desde media tarde. Al anochecer, cuando acababa de sonar el toque preparatorio de la comida, volvió a encontrarse con don Carmelo. Se acabó. El pobrecillo ha muerto. Voy a ver al carpintero para que lo tenga todo listo.
Y aun prometíase encontrar amargos goces en estas evocaciones de la dicha perdida, y, contaba con disfrutar cierta dolorosa voluptuosidad al soñar su imaginación con aquella retrospectiva existencia.
Así tú para mí. En medio de los martirios de la vida, me refrescas y alientas con el aire de tus alas, porque si partiste en tu forma humana al viaje sin retorno, siento la venida de tu sér inmortal, cuando las fuerzas me faltan o cuando el dolor tiende hacia mí el negro arco. Entonces, Alma, Stella, oigo sonar cerca de mí el oro invisible de tu escudo angélico.
La apretó tímidamente primero, después con más energía: al cabo la acarició con cariño, rozándola suavemente por encima. Maximina le dejaba hacer, sin soñar con retirarla, como si fuese una cosa muy natural.
Cuando tomaba asiento en la terraza de un café del Borne formábase en torno de él un apretado círculo de oyentes, que sonreían ante sus ademanes enérgicos y su voz ruidosa, incapaz de sonar en tono discreto. Yo soy chueta, ¿y qué?... ¡Judío de lo más judío!
Anoche, cuando llegaba a casa, creí un momento haber hallado la solución, que sería ésta: María Elvira, en su fiebre, soñaba que estaba despierta. ¿A quién no ha sido dado soñar que está soñando? Ninguna explicación más sencilla, claro está.
¡Eso no! -dijo a esta sazón don Quijote-: en esto de las campanas anda muy impropio maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías; y esto de sonar campanas en Sansueña sin duda que es un gran disparate.
Gonzalo se había ido a la sala de billar y veía jugar el chapó a media docena de indianos, los cuales al dar el tacazo, hacían sonar como un repique de campanas todos los dijes de oro que pendían de sus enormes cadenas de reloj.
«Mis intenciones han sido siempre buenas dijo el catalán, que, imposibilitado de remontarse al drama, caía en la vulgaridad . Primero me agradó usted; después me hizo soñar; hízome pensar después.
Palabra del Dia
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