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Actualizado: 22 de junio de 2025
Dio conciertos, menudeó las reuniones de confianza, y de vez en cuando, en ciertas solemnidades, organizó grandes bailes de etiqueta. Con esto recobró su perdida energía, aquella graciosa y simpática movilidad que la caracterizaba; volvió la sonrisa a sus ojos, la frase aguda a sus labios. Nadie supo jamás honrar con más amabilidad y más gracia a sus tertulianos.
Pero, como si la ciudad se avergonzara de que el extranjero la vea celebrar sus solemnidades a la moda de aldea, aquellos populares festejos se han desterrado a los barrios extremos, y ha quedado la gran plaza solitaria y fría, en medio de los resplandores de sus luces de gas. Después... los desengaños, la miseria, la vejez. ¿Qué mucho que le pareciera ahora, todo negro y todo triste?
Lope obtuvo dos veces el señalado á la mejor oda; pero su pródiga musa, no contenta con esto, además de multitud de sonetos y romances, alusivos al objeto de la fiesta, escribió dos comedias, que referían la vida del Santo, y que fueron representadas en su honor, mientras duraron estas solemnidades. También publicó una descripción de las fiestas, y una compilación de las poesías premiadas.
Salomé profesaba mucho cariño á aquella prenda, porque le parecía que al ceñirla á su muñeca llevaba consigo un amuleto de perpetua juventud. Se te va á caer le dijo su tía, viendo cómo se balanceaba la prenda sobre el antepecho del balcón. No se cae dijo Salomé, que gustaba mucho de lucir en las grandes solemnidades aquel mueble hereditario, y creía que desde la calle hacía un efecto magnífico.
Así terminaron las fiestas de esta coronacion la última que presenciaron los aragoneses: pero todavia continuó la ALJAFERIA siendo el teatro de otras solemnidades.
Lo que habían hecho con él había sido celebrar el aniversario 25 de la exaltación de Pío Nono al Pontificado, colgando los tapices de gala y sacando a relucir los aparatos de gas, con que iluminaban la fachada en las grandes solemnidades.
Luego, un diálogo, con intención política, sobre las sombras de Solón y González Bravo, que duró quince. Una descripción, en tercetos, de las cataratas del río Piedra, dieciocho, y otras varias composiciones, de cuatro a ocho minutos, formando, en total, una hora y media, que, como todo el mundo sabe, es el tiempo prescrito para esta clase de solemnidades.
Hasta entonces no se había exigido a las obreras del taller sino buena conducta y legitimidad de origen porque no eran dignas de trabajar para tan santo fin las ovejas descarriadas ni las hijas del pecado; en adelante se las exigió someterse a ejercicios piadosos, explicación de la doctrina cristiana y asistencia a determinadas solemnidades en la capilla del convento.
Desde el día de su entrada vestía el traje clásico de las cigarreras: el mantón, el pañuelo de seda para solemnidades, la falda de percal planchada y con cola. Preludios Tardó Chinto en aclimatarse: mucho tiempo pasó echando de menos la aldea. Dos cosas ayudaron a distraer su morriña: un amolador, que se situaba bajo los soportales de la calle de Embarcaderos, y el mar.
Era Pep el de Can Mallorquí, lejano pariente del muerto, en esta isla donde todos se hallaban más o menos unidos por los cruces de la sangre. El vago parentesco, aunque le impulsaba a participar del dolor, no le había obligado a ponerse el jaique de las grandes solemnidades. Iba vestido de negro y se cubría con un manteo de ligera lana y un fieltro redondo, que le daban cierto aire eclesiástico.
Palabra del Dia
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