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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Pinedo la resumió, diciendo en tono grave y solemne, donde se notaba, sin embargo, la socarronería: En la mujer, las buenas formas son más esenciales que en el hombre. Clementina y el general cambiaron una sonrisa y una mirada significativas.

Tres días antes había salido para Biarritz, manifestando á su secretario que tardaría unas dos semanas en regresar, y se presentaba inesperadamente, con una cara que daba miedo. ¿Qué negocio se le habría torcido al grande hombre, hasta el punto de hacerle perder su solemne gravedad?...

Despues, la noche vino con sus sombras, su misterio y su solemne majestad, y á todos esos ruidos de la tarde sucedió el silencio de una soledad imponente.

El espanto dominaba toda la casa: los antiguos retratos al óleo de sus antepasados, y hasta el del feroz mayor de caballería, tiritaban entre los marcos dorados, y perdían la tiesura lineal y angulosa del pincel primitivo que había inmortalizado aquellos absurdos artísticos; los muebles tomaban un aspecto solemne, y parecían, por su alineación severa, la serie de los bancos de los acusados; los relojes se paraban, los sirvientes ganaban los confines de la casa; mi tío, que comenzaba por esbozar una súplica en su rostro de marido hostigado durante veinticinco años, concluía por doblar el cuello y hundir su barba en el pecho, ni más ni menos que una perdiz a la que un cazador brutal descarga a boca de jarro los dos cañones de la escopeta.

La historia de la tiranía de Rosas es la más solemne, la más sublime y la más triste página de la especie humana, tanto para los pueblos que de ella han sido víctimas, como para las naciones, Gobiernos y políticos europeos o americanos que han sido actores en el drama o testigos interesados.

Habrá dijo repentinamente la señorita de Porhoet con voz solemne, habrá un cabildo de canónigos regulares dedicados al servicio de esa iglesia. Todos los días á la hora de maitines se dirá, en la capilla particular de mi familia, una misa rezada por el reposo de mi alma y la de mis abuelos.

No, hijo mío, no respondió el doctor. Precisamente porque está mucho mejor he querido hablar contigo. Siéntate, pues, y hablaremos. Obedeció Amaury sin replicar, mas no libre de inquietud, porque el acento del doctor, por lo solemne, le revelaba que iba a tratarse allí de algún asunto muy serio.

La condesa d'Aulnoy, en una carta fecha en 27 de junio de 1679, describe una de estas fiestas, que copiamos aquí como complemento de la inserta antes, de otro viajero. «Debo decir, escribe esta señora, que he visto la fiesta del Corpus, aquí muy solemne. Hay una procesión general á la que asisten todas las parroquias y todos los religiosos, cuyo número es muy grande.

Antes de la misa se llevó en solemne procesión al santo alrededor de la iglesia, teniendo mi tío el honor, en compañía del alcalde y dos regidores, de cargar con las andas.

He callado, porque debía callar; he sufrido cuanto he podido sufrir; pero ya no puedo sufrir más, porque tengo celos. Amparo levantó su cabeza de sobre mi hombro, y me miró con una expresión triste, grave, solemne, al través de sus lágrimas. Luego me dijo con voz opaca y reconcentrada: ¡Celos ! ¡celos por mi amor y celos de otro hombre! ¡Esto es horrible! ¡Esto no puede ser!

Palabra del Dia

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