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Actualizado: 15 de junio de 2025
Deseo perdonar y que me perdonen.... Eso de darse las manos con cien leguas de por medio no está en mis libros.... ¡Qué matrimonio tan desgraciado, D. Benigno! Dios quiera que el cólera no separe más a marido y mujer. ¡Señora, por amor de Dios!... No crea usted que es mala intención. Es lo contrario.... Les deseo toda clase de felicidades.
Y después de excusarme diciendo que mi padre me esperaba, separé vivamente el hombro de su larga y blanca mano y me eché a correr. Es tan corta la distancia entre la «Villa del Lys» y la nuestra, que mi padre me permite ir y venir sin escolta, y yo no abuso, se lo aseguro a usted, señor cura.
No sé qué la preocupaba e ignoro si me oyó, pues no se dignó responderme... Después de largo rato de distracción, acabó por decir: ¿Me ha hablado usted?... ¿Qué me decía? El encanto estaba roto. Retiré el brazo, me separé de ella y respondí: ¿Yo? nada... Usted sueña... ¿Qué puedo tener que decirle? Me pareció... ¡Vaya! ¡Ya está usted enfadado!
Pero es preciso... sí... sí... es preciso que doña Clara se separe de don Juan; es preciso que don Juan sea de Dorotea y sólo de Dorotea; es preciso que doña Clara los vea aquí juntos, enamorándose, acariciándose, embriagados de amor. Y el bufón bajó silenciosamente las escaleras, se puso los zapatos, abrió la puerta, salió, cerró y se encaminó al alcázar en busca de doña Clara.
Si la despierto, noche toledana ... pero si no la despierto, me acusará de falta de celo ... Ahora no hay que esperar que separe á Herminia de su marido; nada une á dos jóvenes como una aventura corrida así, en común. Mauricio resulta embellecido por un prestigio novelesco; ¡ha conquistado á su mujer!... ¡Vaya usted á quitársela ahora!
Yo, que siento viva y dolorosamente todo esto, también me he gastado, y siento debilitado mi afecto; creo que es únicamente contra los malos, pero aquellos a quienes yo condeno se justifican igualmente por la misma creencia. ¡Dios mío! devolvedme mi paz, haced que yo no me mezcle en nada de lo que no deba, y que me separe, en cuanto dependa de mí, de las iniquidades de este siglo que han de ser necesariamente odiosas a vuestros ojos.
En el hotel Universo me dieron, para alojarme, ese inmenso dormitorio con esas maravillosas pinturas al fresco, que fue ocupado por Ruskin durante tanto tiempo, y antes que el Ave María resonara a través de las colinas y planicies, me separé de Babbo y encamineme, como turista, a la magnífica iglesia medioeval, cuya obscuridad sólo la atenuaban las velas que ardían en los altares laterales y delante de la imagen de Nuestra Señora.
Por la noche nadie sabe qué hacer de su persona. ¿Hay aquí bailes, tertulias, teatros? ¿Reciben las familias? ¡Qué han de recibir! A las ocho de la noche se encierran a piedra y lodo, y las que no lo hacen.... Pase usted, y verá cómo están las niñas durmiéndose en la sala, muriéndose de fastidio y desesperación. ¡Separe usted los sexos, y ya verá usted, ya lo verá!
Por lo demás, al hablaros del entusiasmo y la esperanza como de altas y fecundas virtudes, no es mi propósito enseñaros a trazar la línea infranqueable que separe el escepticismo de la fe, la decepción de la alegría.
En Tien-Tsin, me separé de aquellos santos camaradas. Y después de dos semanas, en un día de sol, me paseaba fumando un cigarro y mirando las luchas de perros en el puerto de Hong-Kong, sobre la cubierta del «Java»; que iba a levar anclas con rumbo a Europa. Fué un momento conmovedor para mí, aquel en que a las primeras vueltas de la hélice, vi alejarme de la tierra de China.
Palabra del Dia
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