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Actualizado: 15 de junio de 2025
No se me ocurre ni una palabra de consejo que darle. Mejor que yo sabe usted qué azar se corre en este partido... El que usted tome será el único razonable: la estima que yo le doy y la amistad que usted me profesa no permiten dudarlo. Me separé de ella desconcertado y renuncié, desde luego, a ciertos extremos que nos separarían para siempre cuando ninguno de los dos lo deseaba.
Me levanté, apoyándome en el codo, y sorprendida separé los cabellos que me caían sobre la cara, para ver mejor a mi prima. Desde aquel instante, Blanca se vino a bajo, para mi, de las nubes olímpicas en que la había colocado, y descubrí bajo aquel cuerpo de Juno, una niña que no volvería jamás a intimidarme.
Pero esta vez me guardé de correr. El instinto de conservación se había apoderado de mí por completo, y me sugirió todos los medios de evadir la justicia. Procuré dar á mis pasos todo el sosiego y compostura posibles. Don Elías, ¿tendrá usted la bondad de decirme?... No oí más. El salto que di fué tan grande, que me separé algunas varas del esbirro.
Póngase este peto y tome esta careta; aquí tiene una manopla parecida a la que usará usted sobre el terreno; coloque su brazo en tal forma que su espada sea como una prolongación de su antebrazo. ¡Esté así, inmóvil! ¡No deje que su hoja se separe de la línea...! Usted tiene un brazo bastante sólido y no debe hacer mas que recobrar inmediatamente su posición.
Bien vista la cosa no era para tanto, y acaso he pasado días muy amargos sin que hubiese motivo para ello. El día que nos veamos te contaré todo. ¿A qué perder el tiempo en referir cosas desagradables? No te pongas a cavilar en esto. Chismes villaverdinos... y ¡nada más! «Debo decirte que hace tres días me separé de la casa de don Juan.
Acostumbrado á oir hablar de ellos desde mi niñez, en el sentido que hoy se hace; persuadido yo de que es una institucion que pasó para fortuna de la humanidad, y que pasó para no volver jamas; sin tener una idea precisa de ellos, porque en España fueron abolidos cuando yo tenia siete años, confieso francamente que al pasar junto á mí el primero que se ofreció á mi vista en Venecia, me separé espontáneamente por un movimiento casi repulsivo.
Me separé de ella sin más explicaciones. Otra necedad más me dijo Oliverio cuando se enteró de lo que había yo hecho. Necedad o no heme libre repuse. Me voy a Trembles y te llevo conmigo. No será difícil que se resuelvan a venir a pasar las vacaciones. ¿A Trembles contigo? ¿Magdalena en Trembles? repetía Oliverio cuyos planes había desbaratado mi resolución brusca y temeraria.
No, no podrá usted: y si al fin, con la fuerza de su talento, pudiera conseguirlo, yo le ruego que no lo haga y me abandone. Que nos separe ese abismo que usted dice: y si yo estoy en el error... Pero no lo estoy, yo sé que no lo estoy...
Pido, sí, pido por amor de Jesucristo... que mañana mismo se vaya usted a España.... No me aparto de usted hasta dejarla en el tren.... Váyase usted, hija querida, con su padre. ¿No ve usted que tengo razón? Qué creerá su marido de usted si se queda usted aquí... pared por medio... usted es demasiado discreta y buena para intentarlo siquiera. ¡Por esa criaturita! Que su padre se persuada.... porque se persuadirá con el tiempo y su conducta de usted.... ¡Ah! ¡No separe el hombre lo que Dios ha unido!
¡Bien! ¡Bien! A las nueve.... ¡A las nueve en punto!... Me gusta mucho la exactitud. Iba yo a seguir la conversación; pero el abogado me interrumpió bruscamente y tendiéndome la mano me dijo: ¡Adiós! ¡Que usted se divierta! No bien me separé de Castro Pérez, cuando oí a mi espalda un ruido de carruaje ligero.
Palabra del Dia
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