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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Todos somos iguales, todos estamos perfectamente contentos, porque todos hemos aprendido esa dificilísima lección de amor fraternal. Y acercó la única silla que había para que me sentara, pues estaba sudoroso y cansado después de esa larga caminata y escarpada ascensión desde la ciudad al convento. Es una vida muy dura, ciertamente observé. Al principio, sí.
No obstante, era la voz de una casi niña, de perfil austero. Acertaba á pasar con su madre y cantaba con toda la fuerza de sus pulmones el refrán de una antigua canción. Suplicámosla que se sentara y cantase toda la canción. Aquel poemita rústico expresaba á maravilla el doble espíritu de la comarca. La Saintonge es un país agrícola, amante del hogar doméstico.
El capitán leía sentado cerca de la mesa; la muchacha estaba haciendo la cena allí mismo; el viejo criado raspaba el mango de una azada. El capitán se levantó al verme, con aire de alarma; yo le rogué que se sentara, y le dije quién era y a lo que iba. La muchacha salió del cuarto. ¿De manera que usted es nieto de doña Celestina? me preguntó el capitán. Sí, señor. ¿Hijo de Clemencia?
Faltó poco para que Rafael se sentara de golpe, anonadado por la sorpresa. ¡Aquellos ojos!... ¡tal vez una asombrosa semejanza! Pero no; era ella, le sonreía con la misma sonrisa burlona de los primeros tiempos. Sentía la turbación del pájaro que se revuelve en el árbol sin poder librarse de la mirada magnética de la serpiente encogida junto al tronco.
Toda la noche la pasó así, de lo que Salvador y el cura coligieron que entregaba su alma al Señor, sin decir ni hacer más locuras. Pero por la mañana volvió en su acuerdo, y dando una gran voz llamó a su hermano y le rogó que se sentara junto a la cama para responder a las preguntas que a hacerle iba.
¡Gracias! ¡gracias! le dijo ésta . ¡Hacía dos meses que no lloraba! Y cuando se hubo calmado un poco: ¿Te lo ha dicho todo? Todo. Hizo que la vizcondesa se sentara. ¡Bueno!... ¿Y qué piensas tú? ¡Yo ya ni pensar puedo! Piensa respondió la señora de Aymaret que es necesario tocar todos los resortes para salvar la vida de tu marido. ¡Eso es imposible... él no querrá! ¿Quién no querrá?
El alcázar de su felicidad ramplona permanecía aún en pie; pero ya estaba hecha y cargada la mina para volarlo. Antes de dar fuego, la que aún era intachable, de hecho, lo contemplaba melancólica para poder recordarlo bien cuando se sentara sobre sus ruinas.
Don Juan, mudo y absorto, permanecía en pie; Cristeta separó a un lado las ropas e hizo a su amante seña de que se sentara junto a ella en el sofá. Obedeció él, y en seguida, mirándolo todo con extrema curiosidad, sin poder ni querer contenerse, dijo: Esto es imposible, no puede ser. ¿Vives aquí? Cristeta, con grandísima calma, pero algo alterada la voz por la emoción, repuso: Esta es mi casa.
Mi abuela, mi madre y mi tía se reunieron con la cerora, y las cuatro anduvieron de un lado a otro, disponiendo una porción de cosas. La Iñure quería que me sentara en uno de los bancos próximos al túmulo, donde tenían que colocarse los parientes a presidir el duelo; pero a mí me daba miedo estar allí solo.
Quizá esto fue motivo de que la turbada forastera, después de dudar un momento, dejase al lado de la puerta, plantada en el polvo, su llamativa sombrilla abierta, y se sentara en el extremo opuesto de un banco inconmensurable. Su voz, al comenzar, era ronca. Me han dicho que se va usted mañana a la bahía, y no podía dejarla marchar sin venir a darle las gracias por su bondad para con mi Tomasito.
Palabra del Dia
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