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Actualizado: 19 de mayo de 2025
7 El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él. Escoged de entre vosotros un varón que venga contra mí. 9 Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis.
Una vez dentro, se apoderarían rápidamente de los fusiles construidaos, cargándolos sobre mulos, que también estaban preparados, pegarían fuego a los talleres y se saldrían a toda prisa de la población. Para cuando fuesen atacados contaban llevar ya quinientos o seiscientos hombres bien provistos de armas y municiones.
Venga Vuestra Excelencia con la salud que es deseado; que ya estará Persiles para besarle las manos, y yo los pies, como criado que soy de Vuestra Excelencia. De Madrid, último de otubre de mil seiscientos y quince. Criado de Vuestra Excelencia, Miguel de Cervantes Saavedra. Capítulo Primero. De lo que el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad
Habla suministrado para entrámbas casas seiscientos requesones: fuí un dia á Babilonia á que me pagaran, y supe que aquella misma noche se habian desaparecido Zadig y la reyna. Fuí corriendo á casa del señor Zadig, á quien nunca habia visto, y encontré á los alguaciles del gran Desterham, que con un papel del rey en la mano robaban con mucho órden y sosiego toda la casa.
Así pues, hace seiscientos años que estos símbolos están a la entrada de aquel grande y noble edificio, como una inscripción que el pueblo comprende, sin saber leer. El barón sentía mucho no poder adoptar la versión de Rita. Entre tanto la marquesa dijo a Rita: ¿Por qué has ido a decirle esa tontería del negro crucificado? ¿No habría sido mejor contarle la verdad?
La niebla azulada del valle acortaba las distancias, hasta el extremo de que se hubiera creído poder alcanzar la posición con la mano; pero Hullin y Materne no se engañaban; había más de seiscientos metros, y ningún fusil alejaba tanto.
No dejaba santo que no llamaba: acabó de pelarnos; quisímosle jugar sobre prendas, y él tras haberme ganado a mí seiscientos reales, que era lo que llevaba, y al soldado los ciento dijo que aquello era entretenimiento, y que éramos prójimos; que no había de tratar de otra cosa. "No juren decía ; que a mí, porque me encomendaba a Dios, me ha sucedido bien."
Dan prueba de ello el estilo fácil y castellano castizo con que su libro está escrito; la gran copia de noticias curiosas é interesantes que el libro contiene sobre la vida y las obras, de quinientos ó seiscientos autores, y la multitud de composiciones, muy raras ó inéditas, que en sus páginas encierra. Sin duda el Sr.
He detenido mi cólera y dejo que tú pronuncies la sentencia. ¿Qué sentencia? preguntó Juan Claudio. El loco, sin contestar, prosiguió en voz baja y solemne: Henos los dos aquí, como hace mil seiscientos años, en vísperas de una gran batalla. En aquella ocasión, yo, jefe de tantos pueblos, fui a tu clan para pedirte que me franquearas el paso...
Hullin iba a referir a Catalina la conversación que había tenido el día anterior, en el vivaque, con el loco, pensando que éste sería el mejor medio de quitar a la anciana sus lúgubres preocupaciones; pero al verla de acuerdo con Yégof en el capítulo de los mil seiscientos años, el buen hombre no dijo nada y prosiguió su paseo silenciosamente, cabizbajo y pensativo. «Está loca pensaba ; la más ligera agitación acabará con ella para siempre.»
Palabra del Dia
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