Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 15 de junio de 2025
Su ausencia no fue larga. Cuando volvió, le dijo Máximo: ¿Lo ha encontrado usted? Sí, tengo lo que necesito. Y añadió: He vuelto a poner la llave en su sitio. Después se puso a hablar con un grupo de amigos que habían venido en su ausencia. Yo no le perdía de vista. En un momento dado entró en la biblioteca, estuvo allí unos segundos y salió echándome una mirada que quería decir: ya está.
Enseguida dijo Nieves, volviendo a pintársele en los ojos la expresión del espanto: Todo lo recuerdo, Leto, como si me estuviera pasando ahora: qué tontamente desprendí las manos del respaldo para llevármelas a la cara, cuando sentí el chorro de agua en ella; la rapidez con que caí enseguida, y la impresión horrorosa que sentí al conocer que había caído en la mar; lo que pensé entonces y lo que recé; el desconsuelo espantoso de no tener a qué asirme ni dónde pisar... ¡Ay, Leto! si tarda usted dos segundos más, ya no me encuentra... Me hundía, me hundía retorciéndome desesperada... ¡qué horror!
Aquellos segundos me parecieron horas, hasta que de pronto alcancé a ver en medio del río un bulto blanco, y sin un momento de vacilación me lancé al agua en su busca. La impresión del agua fue muy dura, pero, felizmente, soy un fuerte nadador, y ni el intenso frío ni la fuerza de la corriente tuvieron mucho poder para impedir mi avance hacia donde estaba el cuerpo de la inconsciente niña.
Estos segundos cuidadores regularmente son los alcaldes y regidores, de los que se tiene la misma confianza, con corta diferencia, que de los primeros; y así es preciso que el corregidor cuide de hacerlos cumplir.
Pero desgraciadamente, la diferencia que existe entre los necios y los hombres de talento, suele ser sólo que los primeros dicen necedades, y los segundos las hacen: mi amigo entró en sociedad, y a poco tiempo hubo de enamorarse; los hombres de imaginación necesitan mujeres muy picantes o muy sensibles, y esta especie de mujeres deben de ser mejores para ajenas que para propias.
Después brilló sobre su cabeza el relámpago de un sable, y el joven se encogió aún más para evitar el golpe. Pero nadie le tocó. Pasaron algunos segundos que le parecieron de interminable duración, sin que su cuerpo sufriese ningún choque.
Faltaba aún, para que sirviesen la sopa, los sacramentales segundos y tercer toque.
¿Qué hay? murmuré con voz desfallecida. Gloria está ya en su casa. Creí que me caía. Tardé algunos segundos en contestar. ¿Cómo? ¿En su casa? ¿Desde cuándo? En aquel instante, Joaquinita, ¡maldita sea su estampa!, se llegó a nosotros con sonrisa picante. Pero ¿qué tapujos traen ustedes? ¿Contra quién se conspira? Yo no pude reprimirme un gesto de impaciencia.
En aquellos días, amados hermanos míos, desempeñaba una de las principales direcciones de Hacienda, y aun se le indicaba para ministro. En los mismos días veríais repartidos por toda la redondez de la Península número considerable de funcionarios que por llevar el claro nombre de Pez, manifestaban ser sobrinos, primos segundos, cuartos o séptimos, o siquiera parientes lejanos de D. Manuel.
En el momento en que iba a subir al carruaje se encontró por casualidad solo conmigo algunos segundos. Me tomó la mano y murmuró: ¿No revelarás una sola palabra? ¿Puedo contar con ello? Hice un signo de afirmación enérgica. ¿Y me escribirás pronto? Seguramente. ¿Adónde debo dirigirte la respuesta? Me quedé azorada: no había pensado en ello.
Palabra del Dia
Otros Mirando