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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Criminal más perverso que los asesinos y ladrones era, según él, el señorito seductor de doncella pobre, que le hacía creer que se iba a casar con ella, y después la dejaba plantada en medio del arroyo con su chiquillo o con las vísperas. ¿Por cuánto haría esto él, Maximiliano Rubín?... El tal Juanito Santa Cruz era, pues, el hombre más infame, más execrable y vil que se podía imaginar.
¿Qué hay? preguntó, acercándose a su Orestes. Un hombre. ¿Dónde? volvió a preguntar el seductor ansiosamente, girando dos veces en redondo. Ya escapó. Le atrapé en el momento de subir al corredor, y le tiré al suelo de un palo... Luego echó a correr... ¡Mal rayo! Ni el Romero a todo escape lo alcanzaba.
La sencillez y naturalidad del lenguaje y la precisión y concisión del estilo de Goethe, donde nada huelga, donde no hay redundancia, ni vana pompa, ni falso y sobrecargado lirismo, dan a cuanto dice Margarita seductor encanto.
Y allá en el fondo, sobre la mesa del maestro, la imagen de Cristo crucificado, ¡oh vilipendio! tapada con una cortina de seda, presidía aquellas habaneras voluptuosas y furibundas polkas. Era el sitio donde sin temor al agua ni al sol, los extranjeros podían ver y admirar en seductor ramillete a las yeung girls de Sarrió.
Durante tres años se consideró el profesor más feliz de la República porque tenía á su lado á este hombre seductor y diabólico. No era aún Padre de los Maestros, pero fué padre de Popito, que nació al año de esta unión.
Indudablemente tenía celos del público, y por lo mismo que el seductor puso empeño en alejar del pensamiento de la mujer toda idea de pasión exclusivamente sensual, la mujer se obstinaba en persuadirse de que, no sólo con sus perfecciones morales, sino también con sus encantos físicos, le había enamorado.
La esposa de D. Martín, sorprendida de la osadía del seductor, le reprocha colérica la infamia de su conducta y su ingratitud para con su esposo; pero D. Sancho está decidido á poseerla á todo trance, aunque sea empleando la violencia. El poeta hace entonces caer el telón. En el acto siguiente vuelve D. Martín de la guerra.
Conocidas las condiciones físicas y sociales del Pez, bien se comprenderá que este vicio del alma había de tener por expresión sintomática el desenfreno de las pasiones amorosas. Disculpémosle. Era tan guapo, tenía tanto partido, que más que el tipo del seductor leyendario, tal como nos lo han transmitido los dramas, era en varias ocasiones un incorregible seducido.
Esto último lo negaba con arrogancia pensando que su gloria de seductor podía con ello menoscabarse; pero no importa: es exacto como todo lo que aquí se puntualiza. Quiere decir esto que Pepe Castro se hallaba arruinado a la hora presente. A pesar de lo cual, seguía viviendo con, la misma comodidad y aparato que antes. Su trabajo y sus vueltas le costaba.
Con toda la diplomacia que pudo emplear un hombre que se creía principalmente político y era seductor de oficio, ofreció a la doncella la nueva posición, «que sería divertidísima, y lucrativa como pocas». Don Víctor le tenía miedo, doña Ana también, cada cual por su motivo, y él, don Álvaro, sería mucho mejor servido si Petra consentía en salir de la casa.
Palabra del Dia
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