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Actualizado: 30 de junio de 2025
Sin duda ninguna, señor conde replicó Amaury con cierta turbación; y si Antoñita ama a su sobrino... Pero perdone, ¿no estaba agregado el vizconde a la embajada de San Petersburgo? En efecto, ejerce en ella el cargo de secretario segundo; pero ha obtenido licencia. Entonces, ¿va a venir? preguntó Amaury, no sin cierta brusquedad.
Oyendo esto el mayordomo, dijo a Sancho: -Haga, señor gobernador, apartar la gente, porque esta señora con menos empacho pueda decir lo que quisiere. Mandólo así el gobernador; apartáronse todos, si no fueron el mayordomo, maestresala y el secretario.
El banquero daba órdenes a su secretario para que buscase un nuevo legajo en las diversas piezas que componían su departamento de lujo.
Además, vaya usted á saber los vizcaínos que se habrán ahogado después de implorar á la Virgen. Esos no han podido venir aquí á contarlo. El secretario hizo un movimiento de extrañeza, mirando escandalizado al médico. Don Luis dijo con acento dulzón. No empiece usted á soltar de las suyas. Mire que no estamos en las minas, sino en la puerta de la casa de la Virgen, y que ésta le castigará.
Nació en París; estudió en el liceo Luis el Grande; entró a la administración pública como redactor en la Secretaría del Ministerio de Estado ; fue nombrado jefe de sección del Ministerio de Argelia y de las Colonias , puesto que desempeñó hasta 1861, pasando entonces a ocupar el de secretario redactor del Cuerpo Legislativo. En 1864 fue condecorado con la Legión de Honor.
Verdad es, dixo el Saturnino; es la naturaleza como un jardin, cuyas flores.... Ha, dixo el otro, dexaos de jardinerías. Pues es, siguió el secretario, como una reunion de rubias y pelinegras, cuyos atavíos..... ¿Qué me importan vuestras pelinegras? interrumpió el otro.
El secretario estaba en ascuas, y lo estuvo más cuando notó que los cuellos del solariego y su cara avinatada llamaban la atención de muchas personas. El mayorazgo, afortunadamente, no lo conocía, pues descansaba en la persuasión de que «en Madrid todo pasa». Al retirarse, al anochecer, y bajo una temperatura africana, don Silvestre se achicharraba, y quiso refrescar. Entraron en un café.
El secretario, asustado, pone en conocimiento de Facundo lo que acaba de saber y le insta para que se ponga en seguridad. Facundo interroga de nuevo al joven Sandivaras, le da las gracias por su buena acción, pero lo tranquiliza sobre los temores que abriga. «No ha nacido todavía le dice con voz enérgica el hombre que ha de matar a Facundo Quiroga.
Mas de l.000 republicanos quedaron sobre el campo de batalla, muchos de ellos asesinados despues de haber sido hechos prisioneros. El coronel Aldao y el comandante Freites fueron muertos en la accion; y entre los prisioneros el coronel Jalon, cangeado hacia algun tiempo por el teniente coronel Marimon. Tambien pereció en este aciago dia el secretario de Estado Antonio Muñoz y Tévar.
Eran laúdes como los que había mandado el patrón Ferragut, embarcaciones de Valencia que llevaban vino á Cette y frutas á Marsella. Ulises tenía un amigo, el secretario del Ayuntamiento, único habitante que guardaba en su casa algunos libros. Tratado por los ricos con cierto menosprecio, buscaba al muchacho, por ser el único que le oía atentamente.
Palabra del Dia
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