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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Después miró a doña Sol, que permanecía inmóvil, siguiendo con los ojos al jinete, el cual se empequeñecía en lontananza. ¡Qué mujer! murmuró el espada con desaliento . ¡Qué señora tan loca!... Suerte que el Plumitas era feo y andaba haraposo y sucio como un vagabundo. Si no, se va con él. Paece mentira, Sebastián.

Añade el P. Sebastián de Samartín, Superior que fué de aquellas Reducciones: «Todo se puede sufrir por ellos, por el afecto que tienen á la fe, á la devolución y á lo que es Dios ó de DiosPero más por extenso habla el Padre Misionero de la Reducción de San Joseph de la piedad de su pueblo, en la Cuaresma del año de 1705.

2 Primero es la honra, de D. Agustín Moreto. 3 La sortija de Filomena, de D. Sebastián de Villaviciosa. 4 Antes que todo es mi dama, de D. Pedro Calderón. 5 Las dos estrellas de Francia, del maestro D. Manuel de León y del licenciado D. Diego Calleja. 6 Caer para levantar, de D. Juan de Matos Fragoso, D. Jerónimo Cáncer y D. Agustín Moreto.

Uno de éstos es el lago Ipacaraí sobre el cual está situada la pintoresca villa de San Bernardino, a dos horas en tren y vapor de Asunción. En San Bernardino se encuentran el mejor hotel del Paraguay y muchas hermosas quintas. La región que hoy se conoce con el nombre de república del Paraguay fué descubierta por el célebre explorador Sebastián Cabot.

Hay además otra obra, titulada Euscaldun aciñaco ta ara ledabicico etorquien, etc., San Sebastián, 1826, que contiene una colección de cantos vascos populares, cuya mayor parte se canta en los bailes. Cuando el sonido del tamboril sirve para acompañar bellas frases, su belleza y significación arrastran á los bailarines que las oyen.

La jardinera pasó un día al palacio del arzobispo, pero don Sebastián estaba con el arrechucho y no quiso recibirla, envíandola dos pesetas con un familiar. No son malos decía la jardinera, entregando sus colectas a la pobre madre , pero cada uno vive para él, y el prójimo que se arregle. Nadie parte ya el manto con nadie.... Toma esto y veas cómo sales del paso.

Se relamía pensando que iba a verla otra vez, que iba a entrar con un vaso de agua. Pero el agua la trajo una verdadera fregona. Hasta el día siguiente no supo Nepomuceno que su dulce tormento era Marta en persona; le dio a Sebastián señas de la divinidad, y... era Marta.

A que los franceses del siglo de Luis XVII se familiarizasen más con el teatro español, de lo que podía esperarse de sus imitaciones y traducciones del mismo, contribuyó sobremanera la compañía de Sebastián de Prado, que, como dijimos antes, trabajó en París en el año de 1659.

Se le llamaría Antonio Diego Sebastián, porque Sebastián iba a ser el padrino. Por todo pasó Bonifacio. No quería disturbios todavía; podía hacerle daño a Emma cualquier disgusto. No, ahora no. Todo lo aplazaba. ¿No estaba él decidido a ser muy enérgico? ¿No estaba decidido a salvar, si era tiempo, los intereses de su hijo, y a darle el ejemplo de la propia dignidad?

No importa dijo Sebastián ; puede ser un dolor reflejo. ¿Y qué es eso? No lo ; pero me consta que los hay. No era tal cosa; era un dolorcillo reumático ambulante; pocos momentos después lo sintió Emma en la espalda. Resultó, en fin, que no era nada; pero siempre sería cierta una cosa: que Bonifacio estaba tocando la flauta en el instante en que su esposa se creía a las puertas del sepulcro.

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