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¡Ladrón, calla, que me estás asustando! ¡Si se me han puesto los pelos de punta! ¡Callarás, ladrón! ¿Qué fué?... ¿Por qué has apagado la lámpara si en la oscuridad los ojos están llenos de luces? DON FARRUQUI

Parecióle que el vestidito de la imagen estaba un poco sucio y se lo lavó, para volvérselo a poner muy bien alisado y pomposo. Buscaba todos los días algunas flores que ofrecerle y cada noche, antes de acostarse, le besaba con fervor en las divinas lágrimas.

Los cantones se reparten por turno el honor de ofrecer la hospitalidad á sus confederados en la fiesta del tiro, haciendo los gastos y preparativos necesarios.

Don Quintín se relajó en el cuidado y vigilancia de Cristeta, quien, a decir verdad, no lo sentía, porque mientras estaba con don Juan, para nada se acordaba de su tío y éste, prescindiendo de su sobrina, como en justa reciprocidad, siempre andaba en busca o en espera de Mariquita.

Desde allí dominábamos toda la ciudad, el puerto hasta la punta de la atalaya, y el mar. Veíamos, a lo lejos, las lanchas cuando entraban y salían, y por delante de nuestra casa pasaba la diligencia de Elguea, que se detenía en la fonda próxima. En el mirador central de esta casita nuestra, transcurrieron los primeros años de mi infancia.

Esta debe ser una de las que me ha hablado Dorotea dijo el joven para . Y es hermosa esta muchacha... si no fuera tan desenfadada... Y se volvió á mirar hacia el escenario, donde trabajaba Dorotea. Don Bernardino se encontraba relegado á un último lugar: la comedianta delante, detrás Juan Montiño, y él á sus espaldas. Permitidme, caballero dijo don Bernardino. Juan Montiño no se movió.

Estas habían sido bien barridas y alfombradas luego de juncia y gayomba. Aguardando ver pasar la procesión se hallaban muchas personas en las puertas, ventanas y balcones, pendientes de cuyas rejas y barandas lucían vistosas colgaduras de damasco encarnado, verde y amarillo, o de colchas de algodón estampado con enormes floripondios y orladas de rizados y cándidos faralaes.

Estaba entumecida por su larga inmovilidad; necesitaba, como todos los que se consideran dichosos, prolongar el goce de su triunfo con un largo paseo. Bajó la escalinata exterior apoyada en un brazo de Miguel. Pasaron entre los cocheros y los escasos chófers que formaban grupos esperando á sus patrones y clientes.

6 Por tanto, león del monte los herirá, los destruirá lobo del desierto, tigre acechará sobre sus ciudades; cualquiera que de ellas saliere, será arrebatado, porque sus rebeliones se han multiplicado, se han aumentado sus deslealtades. 7 ¿Cómo te he de perdonar por esto? Los sacié, y adulteraron, y en casa de ramera se juntaron en compañías.

Desde que te has ido de mi vera no lo que me pasa, gachona; ni duermo, ni como, ni sosiego, ni un momento dejo de pensar en ti. ¡Y yo que me figuraba que podía vivir tan ricamente sin verte! ¡Sin duda me has echado algunos polvos en la comida antes de irte, gitana!