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Piense que es mi jefe; piense que tan poderoso personaje ha ordenado la producción de este hermoso volumen sólo por serle grato, haciendo trabajar en él durante cuatro días á todos los pintores y encuadernadores que dependen de la Universidad, y piense finalmente que el Padre de los Maestros es quien puede influir sobre los altos señores del Consejo Ejecutivo para que le permitan viajar por toda la República acompañándome en mis conferencias, medio seguro de que los dos ganemos riquezas enormes.

Por su fe absoluta e irracional, por su adhesión inquebrantable a la Iglesia, le habían sacado adelante en la carrera los señores del Seminario, a pesar de su ignorancia. Era un hijo del terruño; había nacido en una aldea de los montes de Toledo.

Marqués de la Casta, Virrey y Capitán General de este Reino, y los Muy Ilustres Señores Jurados, el Sr.

Reían las mujeres con maliciosa delectación al contemplar en tal facha a los mismos señores que se pavoneaban en el paseo o en el comedor con estiramiento ceremonioso.

Hay muchos apellidos generales y como mancomunes en España, no hay duda; pero esto nace en gran parte de que, en tiempos pasados, los señores que tenían esclavos les daban sus apellidos al emanciparlos. Estos nombres, usados por los moros ya libres, debieron multiplicarse, en particular los de los magnates, a medida que más esclavos tenían.

¿Qué hay, Remigio? le preguntó el banquero. Acaba de llegar un amigo del Pardo, el cochero de los señores de Mudela, y me ha dicho que el señorito Leandro se encontraba un poco enfermo.... ¡Claro! ¡Qué le había de pasar a ese chiquillo!... No está acostumbrado a tales juergas. Toda la vida en el colegio o pegado a las faldas de su madre.

No, señores, dijo Pecson con su risa de calavera: para celebrar el hecho no hay como un banquete en una pansitería servido por chinos sin camisa, ¡pero sin camisa! La idea por lo sarcástica y grotesca fué aceptada; Sandoval fué el primero en aplaudirla; hacía tiempo quería ver el interior de esos establecimientos que de noche parecen tan alegres y animados.

Señores oyentes o lectores, estas orejas mías oyeron el primer discurso que se pronunció en asambleas españolas en el siglo XIX. Aún retumba en mi entendimiento aquel preludio, aquella voz inicial de nuestras glorias parlamentarias, emitida por un clérigo sencillo y apacible, de ánimo sereno, talento claro, continente humilde y simpático.

También se han reunido esta tarde muchos locos masones, con Aviraneta a la cabeza, y han deliberado.... ¡Deliberado los postes! ¿cuándo se ha visto eso?... Señores, llegó el momento de la gran barrida. España ha resucitado. Ya nuestro Señor no puede tener el escrúpulo de conspirar contra su hermano.

Un poco despechugada, pero soberbia... Demasiadas tierras negras de barbecho... pero quizás para la colza del invierno... ¿El trigo?... así, así... ¿El ganado?... magnífico. Entro en el patio de la posesión... ¿Saben ustedes, señores?... Para , el patio de una granja es como el corazón humano.