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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Estaban en el puerto. Ella señaló á una dama que marchaba por el muelle, entre las altas adelfas recortadas en forma de árboles. Era Clorinda. De un banco se levantó un señor que parecía esperar, saliendo á su encuentro.
Todos estos soldados, de todas estas provincias, son para solos los misioneros Jesuitas, y no de otra religion. Los cincuenta de esta ciudad de Buenos Aires los señaló Su Magestad desde el año de 1684, de que no dejará de haber cédula en ese archivo; y manda Su Magestad que vayan siempre á obediencia de los misioneros.
A poder de éste, pues, vine, y en su poder estuve con don Diego, y la noche que llegamos nos señaló nuestro aposento y nos hizo una plática corta, que aun por no gastar tiempo no duró más. Díjonos lo que habíamos de hacer. Estuvimos ocupados en esto hasta la hora de comer. Fuimos allá; comían los amos primero y servíamos los criados. El refectorio era un aposento como medio celemín.
De repente, al salir los cazadores de la espesura, cuando marchaban distraídamente y sin pensar en nada, el anciano Materne, deteniéndose tras unas malezas, dijo: ¡Quietos! Y con la mano señaló a la laguna, por entonces cubierta de una capa de hielo delgada y transparente.
Y el capitán señaló orgullosamente al pabellón británico que flotaba en el palo de popa. ¿De modo que está usted enteramente tranquilo? preguntó Tragomer. Estoy en el mar qué pertenece á todo el mundo; soy dueño de mi barco; y si alguien quisiera hablarme, le respondería con esto.
El atrevimiento era tan grande, la audacia tan increíble, que extraviada la opinión por completo con estas pérfidas insinuaciones, señaló entonces con el dedo a la condesa de Albornoz y comenzó a mirarse el dintel de su palacio con el mismo horror con que se había mirado tres días antes la esquina del ministerio de la Guerra.
Culpa del vino, de nuestras exageradas libaciones á los dioses, que hoy han sido sin agua... ¡Mire usted! Y señaló con una gravedad cómica las dos botellas vacías que ocupaban el centro de la mesa. Había cerrado la noche. En el cielo obscuro parpadeaban los infinitos ojos de la luz sideral. La taza inmensa del golfo reflejaba sus destellos como helados fuegos fatuos.
Un día de gran calor pidió a la operaria que halló más próxima que le prestase un poco de agua, y esta, que acababa de destapar un colmado frasco de cristal para beber por él, le contestó secamente: «No tengo meaja». Señaló la protestanta al frasco, con ira silenciosa, y la operaria, levantándose, lo tomó y derramó por el suelo su contenido sin pronunciar una palabra.
Y aunque en conversación he significado a algunos curas esta falta que he notado, me han respondido que cuando el señor don Manuel Antonio de La Torre expresó las cargas de los curas en los términos que constan en las ordenanzas, haciéndose cargo de ellas, señaló 300 pesos de sínodo a cada cura, y 250 al compañero por precisa congrua, atendiendo a las cargas que tenían; y que, habiéndolos rebajado el sínodo, no están obligados a ellas, mayormente pensionándolos de ordinario sus prelados con misas que tienen que aplicar por el convento, y no les queda lugar para todas las del pueblo.
Vamos, Inés exclamé huyamos de aquí, huyamos para siempre de esta casa y de Cádiz. ¿Van ustedes a Malta? me preguntó doña María con una sonrisa, de cuya expresión espantosa no puedo dar idea con las palabras de nuestra lengua. ¿No me deja usted dijo Inés llorando entrar en el cuarto donde está encerrada Asunción, para despedirme de ella? Doña María por única contestación nos señaló la puerta.
Palabra del Dia
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