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Actualizado: 17 de junio de 2025


Con gran prontitud se guardó Pecado su dinero, y alzando los hombros y echando de un enorme suspiro, pronunció torpemente estas palabras: «Yo... de aquellas cosas que pasan..., lo cual que me vi solo, y... no me ha pasado nada. Nos hemos enterado. Tiene seco el entendimiento indicó la Sanguijuelera . La calentura le abrasó los sesos. Dice el señorito Miquis que le baños en el río.

Algunas veces se encontraba allí con la Sanguijuelera, que también a menudo visitaba a su adorado Anticristo; y ambas regañaban, si bien Encarnación había perdido el humor festivo, y estaba muy caduca y suspirona, no pudiendo apartar de su mente ni un instante la deshonra que había caído sobre la familia.

Isidora contestó con tristeza que su tío el Canónigo no era hombre de muchas liberalidades. Después la Sanguijuelera observó con malicia el rostro y talle de la joven, diciéndole: «Pero estás guapa. Pues no lo parecías... Cuando niña tenías un empaque... Me acuerdo de verte en aquella casa..., ¡qué casa!... Era la jaula del león..., pues andabas por allí en pernetas con un mal faldellín.

Anticristo o lo que seas exclamó Encarnación volviendo a tomarle en sus brazos , me tienes boba. Te voy a comer». Y estallaban los besos como cohetes. En pie ya para marcharse, después de tomar su recibo, la Sanguijuelera, sin soltar a Riquín, dijo a Isidora: «¡Pero qué alma tienes! Dijiste que le ibas a comprar un pandero, y no se lo has comprado... ¡Anda, mala madre!

No me acuerdo bien de una cosa. Ayude usted mi memoria. ¿Es cierto o no que en el Tomelloso nos tuteábamos?». Capítulo II La Sanguijuelera La que llamaremos todavía, por respeto a la rutina, hija de Rufete, tenía la costumbre de representarse en su imaginación, de una manera muy viva, los acontecimientos antes que fueran efectivos.

Isidora visitaba a su hermano dos veces por semana, llevándole ropa y golosinas. Algunas veces se encontraba en la cárcel a la Sanguijuelera, que iba con fin semejante; y ambas se trataban de palabras, distinguiéndose la vieja por la procacidad de su lenguaje y erizado de puños y el ningún respeto que a su sobrina tenía.

Iba por la calle de Preciados cuando una voz que decía: «Señorito Miquis, señorito Miquis». Volvime y vi a tu tía, la sin par Sanguijuelera. «¿No sabe usted me dijo que hemos encontrado a la fiera perdida?...». «¿A quién?». «A Pecado». Allá en su lengua especial me contó que le habían dado noticias de tu hermano otros muchachos.

«Pecado, ¿qué tal te vagritó con bufonesco estilo la Sanguijuelera. Y añadió, volviéndose a su sobrina: «Es un holgazán. Así criará callos en las manos, y sabrá lo que es trabajar y lo que cuesta el pedazo de pan que se lleva a la boca... ¿Qué crees ? Es buen oficio... No podía hacer carrera de este gandul. Todo el día jugando en el arroyo y en la praderilla.

Palabra del Dia

rigoleto

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