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Todos la quieren mucho a la señorita, que es hoy nuestra joven ama. Es muy buena con todos los sirvientes. Luego, como yo permaneciera silencioso, colocó preparada sobre la mesa mi luz, me hizo un saludo y diome las buenas noches.

Mira, chico, la quiero como si fuese mi madre... Y eso que yo no he conocido a mi madre. Esta mañana, doña Zobeida saludó a Isidro con sonrisa tímida y miradas suplicantes. No se atrevía a formular un pensamiento que la había empujado hacia él, y anticipadamente imploraba perdón con sus ojos.

Conque buena mano ¡y no te lástima ese pobre diablo! Amaury sonrió e hizo un saludo; quitose el sombrero, que depositó en tierra; despojose del frac, el chaleco y los tirantes, y al serle entregada el arma volvió a saludar con verdadera elegancia, sin pizca de afectación.

Reconociéndome al punto, llegose a , y con la mayor afabilidad me saludó y felicitó por mi rápido adelantamiento en la carrera de las armas, de que ya tenía noticias. No nos habíamos visto desde mi aventura famosa en el palacio del Pardo. Yo le encontré bastante desfigurado, sin duda por recientes enfermedades y molestias.

Doña Lupe y Fortunata se levantaron, y la fundadora saludó con aquella gracia y amabilidad que eran iguales para el Rey y para el último de los mendigos.

Lo que yo decía, ó iba á decir, es que el ir á un baile no es motivo para que usted deje de saludar en la calle. ¡Jesús!; ¿qué se diría! ¿Cómo que «qué se diría»? Pues es claro.... ¡Tratarse usté con costuderas! Lo dice usted con un retintín.... No por cierto, hijo; pero es la verdad. Pues no hay tal cosa. Yo saludo á todo el mundo en la calle, con muchísimo gusto ... y sobre todo á usted.

Y para demostrar su confianza bromeó con la vendedora de billetes. Luego estrechó una mano del hombre que guardaba la puerta su antiguo enemigo , dándole un cigarro barato que había comprado momentos antes. Los pequeños regalos mantienen las amistades. Tome usted, señor. Dentro de la sala saludó á la acomodadora como si fuese una antigua conocida.

Tampoco saludó, ni vió siquiera a don Mateo. El notario se levantó gravemente y le siguió. ¿Qué diablo significa esto? preguntó don Mateo a Sanjurjo, después que se hubo cerrado la puerta. Este hizo un vago ademán de desprecio levantando los hombros.

Pasaban militares convalecientes, unos con los ojos inmóviles, dando golpes de bastón ante sus pasos, otros vacilantes por la debilidad ó las amputaciones. Una voz femenina, suave y dulce, saludó al príncipe. Era una enfermera delgadísima que avanzaba llevando del brazo á dos oficiales ciegos. Miguel y don Marcos reconocieron á la sobrina de Lewis.

Ahora estamos en paz dijo riendo Alberto. Puede usted irse, cuando guste, a sus quehaceres. Auvray saludó, recogió su sombrero, saltó al simón, dijo algunas palabras al cochero, y el pesado vehículo partió por el camino de Boulogne. Alberto ofreció al procurador un cigarro y un asiento en su tílburi, e inútil es decir que el curial aceptó ambas cosas.