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Actualizado: 10 de junio de 2025
Cobija, puerto de Bolivia, me saludó desde luego con el imponente aspecto de las montañas que lo coronan. Poco despues me desembarqué en Arica para dar principio á mis viages por tierra.
Estaba sola con su víctima, y Carmen la saludó muy cortésmente haciéndose sobre las sienes la señal de la cruz. Aunque la niña no conocía a la vieja de la guadaña, al punto que entró en el aposento «la sintió» y dijo: Ya está aquí.
No se sabe a dónde irá a parar esta anarquía. ¡Las acciones a 138!... Pase usted, Aparisi... Es Aparisi que viene a almorzar con nosotros». El concejal entró y saludó a los dos Santa Cruz.
Al verme, mi aspecto juvenil le causó tan evidente desagrado, que no pudo reprimir un sordo gruñido, por via de contestación á mi saludo. Era un nombre de regular estatura, de mirada fria y austera, bien avanzado en edad y con la barba enteramente rapada.
Si hubiera muerto por mí, ¿no me lo habría dicho, no me habría dejado una palabra, la palabra de su dolor, un saludo, un adiós?... Ayer hablé con ella, y nada, nada podía hacerme sospechar que tuviera la idea de la muerte, ¡al contrario!... ¡No! repitió con voz que se iba haciendo más firme a medida que su convencimiento iba reforzándose: ¡No! ¡Ella no se ha matado! ¡Ha sido asesinada!
Esta reverencia hácia el pasado, este saludo á nuestros mayores, este gusto de historia y este sentimiento de poesía, son cosas que me encantan en todas partes; en Paris tambien: he pasado un rato delicioso, y no puedo pagar esta deuda del alma, sino dando mi humilde enhorabuena á los creadores de este palacio, y al pueblo que lo guarda, que lo venera y que lo admira.
Todo eso, aunque no lo quisiera decir aquel gesto, entendió la Regenta; y se resignó a habérselas otra vez con Mesía sin el amparo del Provisor. No hablaron más. Se detuvo el carruaje; el Magistral se levantó y saludó a las damas. La Regenta le sonrió como hubiera sonreído muchas veces a su madre si la hubiera conocido.
Trabajo costó abrir estrecho paso á los príncipes y su séquito entre aquella masa compacta, que los saludó con aclamaciones atronadoras. Tras ellos fueron llegando numerosos nobles y damas ricamente ataviadas y pronto quedaron llenas las tribunas, relucientes de oro y pedrería.
Hasta aquí he hablado de la historia de la piedra. Ahora tengo que decir dos palabras acerca de la historia del libro. Ahí, en medio de esa sala del trono, el pueblo de Paris, puesto de rodillas, saludó á Enrique IV y á Luis XIV. Ahí, en medio de esa sala del trono, en donde Paris arrodillado saludó á Enrique IV y á Luis XIV, se instaló la Comision revolucionaria del memorable 10 de Agosto.
De repente una granada visitó con estruendo nuestro campo, reventando hacia la izquierda, por donde estaban los generales. Era como un saludo de cortesanía entre dos guerreros que se van a matar; un tanteo de fuerzas, una bravata echada al aire para explorar el ánimo del contrario. Nuestra artillería, poco amiga de fanfarronadas, calló.
Palabra del Dia
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