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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Recogían, sobre todo el segundón, los juramentos y palabrotas de los gañanes, y andaban siempre con la boca hinchada de obscenidad y ardiendo, uno y otro, en esa urgencia carnal que ataca, de ordinario, a los donceles. Beatriz prefería al mayor, que era rubio y hermoso; pero saboreaba desde luego la femenina fruición de esperanzarlos a la par.
Pero en el fondo de su corazón, le inmolaba todos su rivales y depositaba a sus pies todos los homenajes que fingía acoger. Se prometía recompensar espléndidamente tanta perseverancia y resignación, y sobre todo saboreaba el placer, eminentemente femenino, de mandar a todos y de no obedecer más que a uno solo. Este período triunfal había faltado en la vida de Germana.
Carmen descansaba en regalada quietud, tal vez soñando con el Dios bienhechor y piadoso de las almas buenas, y Salvador, inflamado de anhelos, saboreaba la inmensa felicidad de luchar y de sufrir con la esperanza en los brazos.
Doña Luz había vivido como en éxtasis, y ahora volvía en sí, y no sólo pensaba en su amor y saboreaba toda su ventura, retrotrayéndola reposadamente a la imaginación, sino que sentía, según suelen sentir las personas todas que se juzgan felices, la necesidad de expansión y el prurito de estar amable, como si quisiera hacerse perdonar el bien que poseía; bien, que, por ser tan poco y tan raro en la tierra, siempre parece que a costa de alguien se disfruta.
Algo así como el mismo encanto del día; en rigor, el invierno, nada, pero en la tranquilidad y tibia y vaga alegría del ambiente, una delicia que saboreaba con inefable gozo la Regenta.
Sólo salen bien, ¿es cierto?, cuando los enfermos se olvidan de tomar vuestros remedios dijo el squire que consideraba a la medicina y a los médicos como muchos hombres lealmente religiosos consideran a la iglesia y al clero. Saboreaba una burla dirigida contra los doctores y su ciencia cuando estaba en buena salud, pero reclamaba su auxilio con impaciencia así que sentía algo.
Hablaba bien el castellano por haber estado muchos años en la América del Sur. No opuso ninguna dificultad á la pretension de nuestros visitadores, dijo que podían examinar todo, todo, antes y despues de la representacion; durante ella les suplicaba se estuviesen tranquilos. Ben Zayb se sonreía y saboreaba el disgusto que preparaba al americano.
Palabra del Dia
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