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5 ¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel! 6 Como arroyos están extendidas, como huertos junto al río, como árboles de sándalo plantados por el SE

Detrás de uno de éstos descubrió nuestra heroína una primorosa puertecilla secreta de sándalo, con embutidos de nácar. La empujó suavemente, y cediendo la puerta, se encontró en una escalera de caracol, de mármol blanco.

Los purohitas echaron sobre las brasas canela, sándalo, espliego y otras plantas y yerbas secas y fragantes. Se levantó llama y Narada la avivó más con libaciones de soma divino.

Entre los jazmines reales, que abrazándose a una columna ostentaban sus mil florecillas llenas del perfume más grato a los enamorados; entre los naranjos de la China, graciosas miniaturas del naranjo común; entre los rosales de la tierra y esos claveles indígenas, cuya imperial hermosura no ha logrado eclipsar ninguna de las elegantes flores modernas; entre los tiestos de reseda, de mejorana, de albahaca y de sándalo, saltaban los chorros de una fuente habladora, con cuyo monólogo se concertaba el canto de algunos pájaros prisioneros en doradas jaulas.

Allí abundan las maderas preciosas, representadas por el ébano y sándalo: las de utilidad, como el molave, dungón, ipil y otras, que aparte su aplicación en las edificaciones urbanas alcanzarían gran estima si llegasen á ser empleadas en la construcción de líneas férreas.

Todo se fabricaba de oro purísimo, hasta los trastos de cocina. De Arabia venían perfumes; de Egipto, telas de lino, caballos y carros; esclavos negros y marfil, de Nubia; y especierías y madera de sándalo, y perlas, y diamantes, y papagayos y jimios y pavos reales, y telas de algodón y de seda, de allá de la desembocadura del Indo.

El suelo estaba todo cubierto de esteras finas de Nankín y junto a la ventana enrejada, sobre un airoso pedestal de sándalo, veíase abierto un abanico formado de varillas de cristal, que la brisa, al entrar, hacía vibrar, con modulación melancólica y tierna.

A cierta distancia se miraban venir veinte cebras y veinte jirafas, que conducían en cofres de sándalo y maderas preciosas los vestidos, regalos, el alizaque o dote de la novia, y luego, entre una comitiva numerosa de jeques y ancianos, jefes de los cabilas y linajes, se dejaba ver un riquísimo palanquín colgado, de brocados y randas, y con varales de coral y madreperla.

Esto era verdad, porque despedían ese tufillo de los embalajes asiáticos, mezcla de sándalo y de resinas exóticas que nos trae a la mente los misterios budistas. Más adelante pudo la niña apreciar la belleza y variedad de los abanicos que había en la casa, y que eran una de las principales riquezas de ella.

Si queréis ver antes que nadie esas joyas, os daré gusto. Isabel. Apareció una doncella. Trae un cofrecillo que hay en mi retrete, aquel cofre de sándalo donde yo guardo mis alhajas. ¿Y decís continuó doña Clara que la duquesa de Gandía vendrá por nosotros como madrina en nombre de la reina? Así me lo ha dicho su majestad. Ved el aderezo de que os he hablado dijo doña Clara, abriendo el cofre.