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Actualizado: 5 de septiembre de 2025


Los hijos podían ir por la vega sin ser hostilizados, y hasta Pimentó, cuando encontraba á Batiste, movía la cabeza amistosamente, rumiando algo que era como contestación á su saludo.... En fin, que si no los querían les dejaban tranquilos, que era todo lo que podían desear. En el interior de la barraca, ¡qué abundancia! ¡qué paz!... Batiste se mostraba admirado de su cosecha.

¿Qué estará rumiando este zorro? cavilaba el señorito . Sin alguna no escapamos. ¡No, pues como se desmande! Me coge hoy en punto de caramelo. Subió don Pedro a su habitación y volvió con la escopeta al hombro. Julián le miraba sorprendido de que tomase el arma yendo de viaje. De pronto el capellán recordó algo también y se dirigió a la cocina. ¡Sabel! gritó . ¡Sabel! ¿Dónde está el niño, mujer?

Había pasado toda la noche sin dormir, rumiando proyectos espantosos de venganza. ¿Por qué? ¿Qué nueva afrenta había sufrido? ¿Cómo explicar tanta exasperación? ¿Qué razón había para tanta animosidad contra aquel muchacho á quien nunca había visto y á quien execraba tanto como al otro, al horrible, al infame Roussel?

¡Las latas que me dan estos muchachos exclamó Maltrana y las que me darán, para evitarse el pago de un maestro!... Han bajado en Tenerife únicamente para comprar libros españoles, y pasan las horas con ellos, rumiando las breves lecciones tomadas en Berlín.

Las diez ó doce vacas que había dentro acostadas sobre hojas de castaño y rumiando con sosiego volvieron lentamente la cabeza para mirar á la puerta. Una de ellas, más medrosa que las otras, se puso en pie. La condesa aspiró aquel ambiente denso y húmedo con más placer que los perfumes de su tocador. ¿Cómo se llama esa vaca que se ha levantado? Cereza. ¡Qué hermosa es!

Rumiando con amargura todo lo dicho, anduvo don Paco sin reparar el camino que llevaba, hasta que le sorprendió la noche, oscura como boca de lobo. Ni luna ni estrellas se veían en el cielo, cubierto de densas nubes. Llovía recio y relampagueaba y tronaba.

Así pasaron algunos años. El excocinero hablando siempre de Dorotea y viéndola siempre, pero sin nombrar jamás la palabra envenenamiento. Cascabel, rumiando su pienso cernido en un rincón de las caballerizas del duque de Osuna. Un día encontraron á Cascabel muerto.

Únicamente los zagales y los gañanes en toda la pujanza de su juventud, le metían la cuchara en las mañanas de invierno, engulléndose este refresco, mientras el vientecillo frío les hería las espaldas. Los hombres maduros, los veteranos del trabajo, con el estómago quebrantado por largos años de esta alimentación, manteníanse a distancia, rumiando un mendrugo seco.

Creí que el conde se iba a detener allí; pero franqueó la fila de los curiosos, y sólo hizo alto a veinte o treinta varas de las fieras, que no lo parecían, a juzgar por su actitud tranquila; unos, acostados sobre los brazos, rumiando, con sosiego; otros, fijos sobre las cuatro patas, inmóviles, abstraídos quizá en alguna meditación sangrienta.

El muchacho, antes tan sólido y bien equilibrado, mostrábase inquieto y nervioso, lloraba a solas por cualquier cosa o se entregaba a expansiones infantiles; pero a pesar de esto, era más feliz que nunca. Su antigua vida parecíale la existencia soñolienta de una bestia amarrada a la estaca, rumiando la comida o durmiendo, sin noción alguna de un más allá.

Palabra del Dia

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