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Actualizado: 12 de junio de 2025


De los de San Francisco dio noticias prolijas el menguado Rufete, que estaba de guardia aquel día y adquirió cierta fama no envidiable, por haber dado seguridades al general de la Orden de que nada ocurriría en la casa, y haber poco después permitido el libre paso de los viles asesinos.

Esa cuestión, querido Rufete observó Aviraneta viendo con disgusto que la musa histórica de su secretario remontaba el vuelo en demasía , ha perdido su oportunidad. Poco nos importa saber quien lo hizo peor en América. En cuanto al ejército, ya sabemos que en su mayoría es liberal; pero usted mismo ha hablado de traidores: traidores hubo en América, y también los hay en España.

No es constipado replica Rufete con prontitud, describiendo arcos con la cabeza . Es una gota de mercurio... Anda rodando y escurriéndose... Ahora está aquí, en la sien derecha... Ahora corre y pasa a la sien izquierda... Son ciento sesenta y siete millones, doscientas... Ya, ya ... Yo quisiera que no se ocupase usted más de esa cantidad, puesto que está segura.

Todos los habitantes del corral tienen su sitio de preferencia. Esta atracción de un trozo de pared, de un ángulo, de una mancha de sombra, es un resto de la simpatía local que aquellos infelices llevan a la región de tinieblas en que vive su espíritu. Constantemente se agitaba Rufete en un ángulo del patio, tribuna de sus discursos, trono de su poder.

Nada habría perdido el mundo con que os hubierais quedado por allá..., en el Limbo. Venís de Tomás Rufete, y ya que de mala cepa no puede venir buen sarmiento. A eso voy, tía, a eso voy. Precisamente... Usted lo debe saber, como yo... Precisamente, ni yo ni mi hermano venimos de Tomás Rufete. Justo, justo; mi Francisca, mi ángel os parió por obra del Espíritu Santo, o del demonio.

Poniéndole la mano en el hombro, el facultativo dice a Rufete: «Basta, basta ya de violencias. Ya hemos dicho que seremos amigos, siempre que usted no se me salga de las vías legales... El país le hará justicia... Calma, serenidad. Si pudiera usted dejar el poder por unos cuantos meses, ¡qué bien nos vendría a los dos! Nos dedicaríamos a curar radicalmente ese constipado...

Sabía, , y esto no podía dudarlo, que en 1851 había sacado de pila a una niña, hija de Tomás Rufete. A los seis meses no cabales, Relimpio y Rufete riñeron por cuestión de una pequeña herencia y estuvieron siete años sin hablarse ni tener trato ni comunicación alguna. Hechas las paces al cabo de tan largo tiempo, ambas familias volvieron a entrar en relaciones.

El barrio en que su mala suerte la había traído a vivir, era para la de Rufete atrozmente antipático. Algunas tardes salía con Riquín y D. José a dar una vuelta por la calle del Mesón de Paredes, el Rastro y calle de Toledo, y sentía tanta tristeza como repugnancia.

«¿Quién vivía en aquella casa? Yo. Tomás Rufete tenía por vecino en el piso tercero a un licenciado de la Guardia civil. ¿Se acuerda usted? Yo no. ¿Tampoco recuerda usted cuando se quemó esa casa? De eso tengo una idea; era yo muy niña. Mi hermanito empezaba a andar entonces. Mucho, mucho. Cuando se quemó la casa, Nicolás Font... ¿El guardia civil? Estaba enfermo de gravedad.

La República, el Cantonalismo, el golpe de Estado del 3 de enero, la Restauración, tantas formas políticas, sucediéndose con rapidez, como las páginas de un manual de Historia recorridas por el fastidio, pasaron sin que llegara a nosotros noticia ni referencia alguna de los dos hijos de Tomás Rufete.

Palabra del Dia

rigoleto

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