Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de mayo de 2025
Se extendieron por toda la población, de tal modo, que al cabo de algunos días una gran parte de sus habitantes sonreía irónicamente al oir hablar del famoso lance de honor. Don Rosendo traslució algo de esta befa, no sólo por los oídos, sino también por los ojos.
Comenzaba a amanecer, pero las primeras y vagas luces del alba a duras penas lograban colarse por las tortuosas curvas de la calle de los Gastros, cuando el señor Rosendo, el barquillero que disfrutaba de más parroquia y popularidad en Marineda, se asomó, abriendo a bostezos, a la puerta de su mezquino cuarto bajo.
Buen negocio ha hecho usted en la partida de cacao de la viuda e hijos de Villamor, amigo don Eugenio. Phs; regular. «En este momento me acaba de decir don Rosendo que ese negocio se le ha escapado a él de las manos por tonto.» Como don Rosendo pasa por el primer comerciante de la villa, don Eugenio no puede menos de sentirse lisonjeado por estas palabras.
Replicaba el vulgo que de este modo parecía un cementerio por el invierno y por el verano. Don Rosendo no se dignaba contestar a esta sandez, y tenía razón. Como lo que mucho vale mucho cuesta, aquellos extranjeros de ambos reinos, se llevaban una buena parte de la renta de Belinchón. Los pajaritos del país se buscaban el alimento y aliñaban sus plumas sin necesidad de ayuda de cámara.
Se había visto a Pablito y Piscis eternamente juntos, cuando niños. Ya hombres no fué parte a separarlos la diversa posición social que ocupaban. El lugar de reunión de estos jóvenes notables era constantemente la cuadra de don Rosendo.
En casa se dió por enterado con don Rosendo de la fuga de Ventura. Contra lo que todos presumían, no le causó una impresión muy honda. Al contrario; desde aquel día señalóse en él una tendencia a animarse, y a participar del comercio social, que no dejó de sorprender en la población.
Sobre la encrucijada de dos caminos aldeanos, un campo de yerba humilde salpicada de manzanilla, donde hay un retablo de ánimas entre cuatro cipreses. Es paraje en que hacen huelgo los caminantes, y rezan las viejas, anochecido. Don Rosendo, Don Mauro y Don Gonzalito, descansan al pie de los cipreses, con los caballos del diestro.
Don Rosendo no se hallaba en su escritorio, que estaba en la planta baja de la casa, y como el negocio era urgente, Gonzalo se decidió a subir. La doncella que le abrió estaba con prisa. Pase usted, don Gonzalo; la señorita Cecilia le dirá dónde está el señor.
En realidad, si ella se vestía para el Duque, éste se vestía también para ella. Vagamente primero, con más precisión después, la hija menor de don Rosendo pensaba que la amistad del magnate podía aprovecharse, no sólo para aumentar la influencia política de su padre en la población, sino también para dar lustre y brillo a la familia.
Su mismo hermoso cutis estaba predestinado a inyectarse, como el del señor Rosendo, que allá en la fuerza de la edad había sido, al decir de las vecinas y de su mujer, guapo mozo. Pero, ¿quién piensa en el invierno al ver el arbusto florido? Si Baltasar no rondó desde luego las inmediaciones de la Fábrica, fue que destinaron a Borrén por algún tiempo a Ciudad Real, y temió aburrirse yendo solo.
Palabra del Dia
Otros Mirando