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Actualizado: 7 de noviembre de 2025
El fabricante y el dueño de Las Tres Rosas eran antiguos amigos, y hasta se murmuraba que el primero había ayudado a éste con una generosidad extraña en los primeros tiempos de su comercio.
Sin embargo, no tenía sino muy vagamente el sentimiento de cometer una falta; mi laxitud era demasiado grande. Me parecía también ver sin cesar estallar en mi cabeza burbujas de las cuales salían rosas que producían siempre nuevas coronas de flores. Todavía después oía un silbido de un oído a otro; se habría dicho que una mecha azufrada me atravesaba la cabeza y que la habían encendido.
Vamos, no dirá ella que no la obedezco; sus deseos son órdenes. Me ha dicho: 'Amigo mío, vete', y me voy. ¿Me querrá cuando me vaya? ¿Pensará en mí...? Bien podría ser... ¡Si se convenciera de que el amor que tiene a su marido es como echar rosas a un burro para que se las coma, si se convenciera de esto...! Pero vaya usted a esperar que se convenza. No puede ser.
La chacra de don Casiano Contreras, situada en el límite del ejido, tenía excepcional fama en el pago y de tal modo imperaba su prestigioso atractivo que hasta los mismos caballos al dirigirse hacia ella, parecían que trotaban con más firme y decidido empuje; pero, ¿qué raro?... si era fama que los pájaros más cantores la preferían para sus nidos, que las rosas se ponían en ella más rosadas y las violetas más humildes y los sauces más llorones, y los álamos más rectos. ¡Y que hasta los malevos, cuando pasaban de largo por sus tranqueras, sentían ansias de hacerse buenos!
Los extranjeros toman parte en favor de la civilización americana, y durante tres años burlan en Montevideo su poder y muestran a toda la República que no es invencible Rosas, y que aun puede lucharse contra él.
Artigas agrega al pabellón argentino una franja diagonal colorada. Los ejércitos de Rosas visten de colorado. Su retrato se estampa en una cinta colorada.
Inefables consejos ignorados, Sin traduccion, como ecos tribulados Del aura de la noche en el jardin; Nadie entiende sus quejas doloridas Pero al nacer la aurora, entretegidas Se ven brotar do quier rosas sin fin.
El sofá de panza anchísima y turgente con sus botones ocultos entre el raso, como pistilos de rosas amarillas, era una muda anacreóntica, acompañada con los olores excitantes de las cien esencias que la Marquesa arrojaba a todos los vientos.
La esclavina y las tiras de una capa bastaban para reproducir todas las escenas de la creación bíblica o de la Pasión de Jesús. El brocado y la seda desarrollaban la magnificencia de sus tejidos. Una capa era un jardín de encendidos claveles; otra, un arriate de rosas o de flores fantásticas de enroscados estambres y pétalos metálicos.
Pero cuando estaba cerca de ella, el rubor desaparecía y sentía en su interior audacias que le asombraban. Ya no se conformaba con esperar que Tónica fuese a la tienda de Las Tres Rosas.
Palabra del Dia
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