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Actualizado: 22 de junio de 2025
La noche del día de Pascua de 1820, escribe ella, se sintió «como ahogada por su propia dicha y por la de sus hijos», y tuvo necesidad de ir, a la caída de la tarde, a reponer su corazón demasiado lleno de gracia y de lágrimas, a la iglesia de San Roque, donde ella iba a orar frecuentemente en los primeros años de su juventud.
En realidad sólo podía ser vista por dos de los cuatro policías de la Presa que había colocado don Roque cerca de la casa, para evitar que se reuniesen grupos, como el día anterior. La gente parecía haber olvidado por el momento la antigua vivienda de Pirovani. Nadie se detenía ante ella y resultaba inútil la precaución del comisario.
Transcurrían algunos meses sin que don Roque se ablandase. «¡Ché, Gallego: no me pillarás otra vez!...» Pero la generosidad del bolichero acababa con sus temores, y de nuevo se anunciaba una corrida de caballos. Si la fiesta había terminado sin peleas, González, triunfante, reñía al comisario. ¿Lo ve usted?... Este es un pueblo que progresa, y puede uno tener confianza en su decencia.
Bebía un sorbo de ponche, y en seguida se apresuraba, a llenar el vacío con el líquido de la botella. Así modificada la composición, resultaba mucho más adecuada al estado de agitación en que su espíritu se hallaba. Porque, bajo aquel aparente sosiego, el cerebro de don Roque desplegaba una actividad prodigiosa.
La seguridad del efecto buscado en las novenas es completa en lo que se refiere a San Roque: "El ejercicio de esta Novena, dice: (pág. 3, Novena, Manila, 1910), nos ofrece el medio de obligar a este glorioso Santo para alcanzar de Dios lo que pedimos." "Para librarse de la peste *
Acabaron por olvidar sus preocupaciones inmediatas para no ver mas que la parte de la República que había progresado vertiginosamente. Al final alabaron del mismo modo la tierra en que vivían. Don Roque, patriota optimista y de un entusiasmo receloso, presentía enemigos en todas partes.
Un chasque dijo don Carlos ha venido á mi estancia para avisarme que el comisario había encontrado la vaca que me robaron... Y don Roque no ha enviado á nadie, ni sabe una palabra. ¿Ha visto usted qué historia tan sin gracia? ¿Quién será el hijo de... tal que ha querido darme esta broma? Robledo escuchó algunos momentos, fingiendo interés por el asunto, y continuó su marcha.
El comisario de policía, ayudado por dos de sus hombres, empujaba con suavidad al último grupo de curiosos, llevándoselo por delante entre paternales exhortaciones. Se alejó don Roque, é iba Ricardo á continuar su marcha, cuando notó que en la casa se entreabría una ventana, asomando á ella una mano de mujer, que le hacía señas para que se acercase.
La base del ejército de Andalucía estaba en las tropas del campo de San Roque, mandadas por Castaños, y en las que después trajo don Teodoro Reding de Granada. Componíase de lo más selecto de nuestra infantería de línea, con algunos caballos y muy buena artillería, no excediendo su número de trece a catorce mil hombres.
Si el venerable Marcones tuviese en aquel momento cabales sus facultades de observación, hubiese advertido acaso en la mano de la autoridad cierta tendencia muy determinada al movimiento convulsivo. El ladrón, al sentir los pasos de la patrulla, volvió la cabeza con sobresalto y permaneció inmóvil con la ganzúa en la mano. Don Roque y Marcones también se estuvieron quietos.
Palabra del Dia
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