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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Estuvieron batiéndose con ferocidad, a distancia como de treinta pasos, tirándose de los pelos, dándose dentelladas y cayendo juntas en la mezcla inarmónica de sus propios sonidos. Al fin venció Semíramis, que resonaba orgullosa marcando sus nobles acentos, mientras se extinguían las notas de su rival, gimiendo cada vez más lejos, confundidas con el tumulto de la calle.
Y hasta las últimas palabras de la Condesa, aquella invocación a la muerte liberatriz, aquella incitación tenaz a la rival amenazante eran la natural solución del contraste entre su capacidad de matarse y la necesidad real de morir, que realmente la oprimía. ¿No tenía razón la reo? ¿Aquel asesinato de que la justicia tenía, sin embargo, que pedirle cuentas, no se confundía así con el suicidio libertador?
Pero éste la coge con prisa, hace un esfuerzo supremo y la envía media vara lo menos más lejos que su rival. Entonces, henchido de orgullo, desgaja una ramita del nogal más cercano y la planta en aquel sitio donde se hincó su barra, exclamando: Este es el tiro que ha hecho Matías de Langreo. Á ver si hay en Laviana un mozo que lo haga cambiar de sitio.
Este acero decía señalando su fina espada escuderil es doncel, no sabe lo que es hundirse en la carne hasta el recazo; pero aquéste agregaba, descolgando con un gesto de amor su joyosa de antiguo soldado ha sacado más sangre que un barbero y más almas que una monja. ¡Con él he hurgado las tripas a más de un valentón, descalabrado a más de un rival y cortado a cercén, bonitamente, no sé cuánta gola turquesca!
Mas, por mucho que me halagase la consoladora idea de abrir un boquete en la cabeza o en los intestinos de mi rival, comprendí al instante que los hombres civilizados no pueden proporcionarse estas puras satisfacciones sin tropezar con la Policía, el Juzgado y el presidio. Forzoso era renunciar a ella si no apelaba al desafío. Esto ya no me halagaba tanto.
Toda la alegría, toda la ternura que en aquel momento rebosaba de su corazón, desbordose con violencia sobre la criatura, a quien cubrió de besos. No se acordó para nada de su rival, a quien adivinaba vencida. Sólo pensó en que era hija de él, su sangre, su misma imagen.
A partir del día en que el ingeniero francés mostró á la marquesa las obras realizadas en el río, haciendo alarde de su autoridad sobre los trabajadores, Pirovani se sintió humillado y deseoso de tomar el desquite. Una mañana, acodado en la barandilla exterior de su vivienda, creyó haber descubierto el medio de vencer á su rival.
Apolonio, que ya le conocía y le estaba espiando desde dentro de la tienda, se sintió, por misteriosa manera, humillado. Ahito y ebrio con el éxito, ¿qué le importaba a él la expresión hipócrita y maligna del ya desbaratado rival?
El celoso marido no sosiega, sin embargo, ni aun estando en la prisión su rival, puesto que sus amorosas canciones son repetidas por todos, y fuera de sí atraviesa el pecho del cantor arrojándole un dardo á través de las rejas de su prisión. En La Carbonera, según todas las apariencias, hay una juiciosa mezcla de la ficción con la historia.
Jamás se habían acordado en sus conversaciones de aquel peligro, de aquella calumnia; él pensaba en ella, pero no convenía a sus planes decir a la Regenta: yo soy hombre, tú eres mujer, el mundo juzga con la malicia.... Pero ahora, sin poder contenerse, había dicho: tu rival, con fuerza... aunque aquellas palabras pudiesen asustar a la Regenta.
Palabra del Dia
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