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Actualizado: 22 de noviembre de 2025
Las calles por donde pasa se cubren con tapices, los más bellos del mundo, porque no me refiero sólo á los de la Corona. Los hay á millares de los particulares, verdaderamente admirables. Quítanse las celosías de los balcones, y se cuelgan de ellos tapices con ricos ornamentos en los huecos y doseles; toldos de lienzo dan sombra á las calles, é interceptan los rayos del sol.
Todos nacemos llorando, todos morimos suspirando: la naturaleza no hace diferencia entre pobres y ricos, plebeyos y nobles; y la religion nos enseña que todos tenemos un mismo orígen y un mismo destino.
Entonces, ¿nosotros...? preguntó melancólicamente el músico. Nosotros estamos abajo y hemos nacido para víctimas. El juego es una imagen de la vida: los fuertes triunfan sobre los débiles. Spadoni quedó pensativo. Yo he visto dijo jugadores ricos que acaban arruinándose como los demás...
Sobrecielos de tela de oro y brocatel, que hacinaban polvo y telaraña en sus pliegues antiguos, ornaban los lechos hereditarios roídos por la carcoma. Las ventanas se abrían rara vez; pero ricos pebeteros de plata disimulaban el hedor hongoso y ratonil con su incesante sahumerio.
Sus días se deslizaban serenos, risueños, libando voluptuosamente la corta cantidad de miel que sólo proporciona este valle de lágrimas a los solterones ricos y sanos. Desgraciadamente la impetuosidad absurda de su última querida había venido a turbar el curso sereno de estos días. Hacía ya algún tiempo que el viejo seductor comprendiera que le convenía cortar estas relaciones enfadosas.
Los desesperados veían que, así como amenguaba la fe abajo, era arriba, entre los ricos, donde la religión encontraba sus defensores, á pesar de que su Dios los había maldecido. Los privilegiados empleaban la religión como un escudo. «Nada de esperar en la tierra la justicia para todos. Estaba en manos de Dios y había que ir á la otra vida para encontrarla.
Mientras tanto, había muerto también el ex droguero; y con lo mucho que les dejó, lo que representaba la droguería y lo que en ella habían ganado los sobrinos del difunto, al perder el hijo noveno eran ricos, pero muy ricos.
Apuradillo se vio el maestro de escuela para impugnar el nuevo argumento del boticario; pero lo impugnó al fin con razones, si no juiciosas, agudas. Por dicha, los que estaban allí presentes eran propietarios más o menos ricos, y varios de ellos habían comprado bienes de la Iglesia.
Todo esto es verdad contestó Foja, el ex-alcalde usurero, que estaba presente siempre en conversaciones de este género. Parecía nacido para murmurar. No se puede negar que viven como miserables, pero lo mismo hace el señor Capalleja y ese es millonario. Los avaros siempre son los más ricos. Para tener dinero, tenerlo.
Mientras hablaba Isidro de la mujer y los hijos de su amigo, andaluces trasplantados a Hamburgo, y de las escaseces pecuniarias de éste, que le obligaban a buscar entre los pasajeros ricos uno que quisiera entretener los ocios de la travesía estudiando idiomas, don Carmelo gritó con el acento de su tierra: ¡Too Dios con er papé en la mano!, ¡que se vea bien!
Palabra del Dia
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