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Entró, y sin sentarse, tendió a Lucía un portamonedas, amorcillado de puro relleno. Aquí tiene usted dijo dinero suficiente para cuanto pueda ocurrírsele, hasta la llegada de su marido. Como estos días suelen los trenes sufrir mucho retraso, creo que no vendrá hasta la madrugada; pero de todas suertes, aunque no llegase en diez días o en un mes, le alcanza a usted para esperar.

Sentían un ansia de novedad, de verlo todo de una vez, como descubridores que acabasen de abordar a una tierra desconocida. Disponían de poco tiempo. Junto a la escala, el mayordomo y los camareros repetían a los fugitivos que el buque iba a partir a las doce en punto: ni un minuto de retraso. Ojeda se vio solo en el muelle. Casi todos los pasajeros estaban ya en la Avenida.

Al mismo tiempo hizo ademán de despojarse del abrigo. Veinte manos cayeron sobre él para ayudarle y esto retrasó un poco la operación. Representóse en la tertulia de Calderón la escena de los israelitas en el desierto que más se ha repetido en el mundo, la adoración del becerro de oro.

Trabajó horas extraordinarias, bebió menos, fué reuniendo economías, pues deseaba hacerse perdonar con su generosidad el retraso en el pago de la deuda. Al mismo tiempo buscaba un hombre que se encargase de ir á depositar la cantidad sobre la tumba del desierto.

Solamente puede soñar con la conquista del poder quien posea las armas, y mientras los «rayos negros» hagan su trabajo destructor, nuestros antiguos déspotas no llegarán á conseguir que renazca el pasado. El más grande de los asombros de Gillespie Siempre que el doctor Flimnap se presentaba con algún retraso en el alojamiento del gigante, creía necesario explicar el motivo de su tardanza.

Samper, más desesperado aún por el retraso del viaje que por la vergüenza sufrida, se había desbordado en palabras de indignación. Los presentes compartíanla con él y censuraban acremente a Tristán, a quien García no osaba apenas defender. El desgraciado agente, sin ir a su casa, tomó otra vez el tren. Pocos días después un hombre enlutado se presentó en casa de Tristán. Era Samper.

Admiraba los heroicos expedientes discurridos por este hombre hacerse rico sin apelar a la vulgaridad del trabajo ordinario, reservado a los otros mortales. Y así permaneció Isidro algún tiempo, escuchando los planes del aventurero desorientado que iba a América con cuatro siglos de retraso. La honradez en alarma de sus oyentes formulaba tímidas observaciones.

Apretando las primeras que llegaron a chocar con la suya se dirigió desde luego a la señora de la casa, con voz cascada que ayudaba mucho al efecto cómico, diciendo: Perdone usted, Clementina, si llego con un poco de retraso. Viniendo acá me cogió por su cuenta Perales, ya sabe usted ¡Perales!, no tengo más que decir.

Muchos días las criadas encontraban la cama intacta. La señora según ellas afirmaban en sus conversaciones de la cocina dormía en el suelo ó no dormía. Sus ropas interiores, que cada vez llegaban con mayor retraso á las pilas del lavadero, tenían salpicaduras de sangre.