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Actualizado: 27 de septiembre de 2025
¿Es el marido de usted? preguntó. Sí. ¿Cree usted que nos ha visto? Lo ignoro. ¡Pero si nos ha visto, es un cobarde! Que les hubiera visto o no, el señor de Maurescamp entró tranquilamente en el castillo por la avenida más larga pero mejor del nuevo parque. Volvió a salir casi inmediatamente y pasó el resto del día inspeccionando sus plantaciones y el corte de sus bosques.
Allí volví a recordar aquella escena con todos sus pormenores... Sólo a través de la ventana de su cuarto se veía una débil claridad, y yo, contemplando aquella luz vacilante, la comparaba instintivamente con el resto de vida que aun anima a mi pobre Magdalena, cuando se extinguió de pronto...
A la puerta de la sacristía, un farolillo encendido proyectaba vagos resplandores en una de las naves. El resto del edificio estaba sumido en la obscuridad, y apenas caía de las altas vidrieras la claridad suficiente para impedirme tropezar en los anchos pilares.
¡Quia!... No faltaba más. Quedose un rato Fortunata en la puerta mirándola subir, calle arriba, y después entró despacio, meditabunda. En todo el resto del día no la pudo apartar de su mente. ¡Qué extraordinaria mujer aquella! Sentíala dentro de sí, como si se la hubiera tragado, cual si la hubiera tomado en comunión.
Y no es que eso me fastidie, pero da ganas de abandonarse. Salimos juntos y andando, andando le puse al corriente de los motivos particulares de fastidio y de desaliento que tenía. Mis cartas le habían advertido y el resto lo presumió el día que Magdalena y él se vieron.
Retiróse á una soledad, en donde pasó el resto de sus días en prácticas piadosas y en ejercicios expiatorios, muriendo en olor de santidad. Un escritor de esa época refiere que, á su muerte, tocaron por sí mismas las campanas, y que, al dar sepultura á su cadáver, sucedieron otros milagros.
Busca, compara, reúne, pone en relación en un orden posible, tan posible que parece verdadero, todas las partes de una organización perfecta, que respira la majestad soberana apenas humanizada por un resto de cólera y de desdén; entonces ya no es un escultor; ha hecho un Apolo, ha hecho un dios.
Sospechaban los criados antiguos de la casa, que era hijo de la hermana del señor baron, y de un honrado hidalgo, vecino suyo, con quien jamas consintió en casarse la doncella, visto que no podia probar arriba de setenta y un quarteles, porque la injuria de los tiempos habia acabado con el resto de su árbol genealógico.
Además, vivieron mucho tiempo concentrados en las costas, dejando el resto del país a los salvajes, avanzando lentamente, con paso seguro, hasta que, casi en nuestra época, de un solo golpe se desbordaron por la enorme extensión, decididos a acabar con el indio, refractario a la cultura; y el indio acabó... España, desde el primer momento quiso verlo todo, explorarlo todo.
18 Y la casa de Jacob será fuego, y la casa de José será llama, y la casa de Esaú estopa, y los quemarán, y los consumirán; ni [aun] resto quedará en la casa de Esaú, porque el SE
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