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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Viéndola un poco turbada, cambió inmediatamente de conversación, hablando de las piezas nuevas, de los museos, de los países extranjeros que había visitado, pareciendo hacerle aquellas ligeras observaciones, únicamente para tener el gusto de oír sus respuestas, y mirándola con aire grave y dulce, como para animarla a contestarle con exactitud. ¡No había duda!
Paseábame días pasados con él, no precisamente porque nos estreche una gran amistad, sino porque no hay más que dos modos de pasear, o solo o acompañado. La conversación de los jóvenes más suele pecar de indiscreta que de reservada: así fue, que a pocas preguntas y respuestas nos hallamos a la altura de lo que se llama en el mundo franqueza, sinónimo casi siempre de imprudencia.
Entre tanto llega el coche al parador, el de las respuestas se marcha quizas sin despedirse; y sus informes que se ignoran de quién sean, figurarán cual datos positivos entre los apuntes del observador, que tendrá la humorada de afirmar que cuenta lo que ha visto.
Durmió Sancho aquella noche en una carriola, en el mesmo aposento de don Quijote, cosa que él quisiera escusarla, si pudiera, porque bien sabía que su amo no le había de dejar dormir a preguntas y a respuestas, y no se hallaba en disposición de hablar mucho, porque los dolores de los martirios pasados los tenía presentes, y no le dejaban libre la lengua, y viniérale más a cuento dormir en una choza solo, que no en aquella rica estancia acompañado.
Verdad es también que la cara que les pusimos nosotros no era para engendrar respuestas de cortesía. Al cruzarme con ellos llevé instintivamente la diestra a la cintura, donde tenía, debajo de la espesa cazadora, un revólver de seis tiros, y bien sabe Dios que no por recelo de los hombres.
Estando en todas estas preguntas y respuestas, salió de la casa del jardín la bella Zoraida, la cual ya había mucho que me había visto; y, como las moras en ninguna manera hacen melindre de mostrarse a los cristianos, ni tampoco se esquivan, como ya he dicho, no se le dio nada de venir adonde su padre conmigo estaba; antes, luego cuando su padre vio que venía, y de espacio, la llamó y mandó que llegase.
A 3 de Noviembre de 1619 recibiólos el Pontífice en Consistorio público del Sacro Colegio de los Cardenales, con suma benignidad y agrado y de la misma manera los despidió, con respuestas y presentes de reliquias, pinturas y otras cosas sagradas.»
¿Por qué el señor de Sorege tiene tanta repugnancia en hablar de esas aventuras y del que fué su protagonista?... Nunca he podido sacar de él mas que respuestas vagas y lloronas sobre este asunto. Pero, señorita Maud, ¿por qué esa curiosidad? ¡Ah!
El laconismo de las respuestas de ella y el énfasis nervioso con que se abanicaba, eran indicios de su contrariedad. Y Pez, cada vez más frío, con un cierto airecillo de persona superior a las miserias humanas, continuaba hablando de cosas indiferentes con admirable seso, sin perder la brújula, sin decir nada que anunciase una conciencia vacilante o una virtud en peligro.
Durante todo este tiempo, la buena y amable condesa, hacía cuantos esfuerzos le eran posibles para ligar conversación con María; pero el laconismo de sus respuestas frustraba sus buenas intenciones. ¿Os gusta mucho Sevilla? le preguntó la condesa. Bastante respondió María. ¿Y qué os parece la catedral? Demasiado grande. ¿Y nuestros hermosos paseos? Demasiado chicos.
Palabra del Dia
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