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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Como Makaraig no había llegado aun las conjeturas estaban á la orden del día. ¿Qué habrá pasado? ¿Qué ha dispuesto el General? ¿Ha negado el permiso? ¿Triunfó el P. Irene? ¿Triunfó el P. Sibyla? Estas eran las preguntas que se dirigían unos á otros, preguntas cuyas respuestas solo podía dar Makaraig.

El lector juzgará si al molestar al pobre matemático con las importunas dificultades de un taimado haciéndose el rudo, no le hemos hecho responder como responderia cualquiera que no estuviese prevenido con ninguna idea metafísica; y es evidente que estas respuestas las aceptarian como razonables, como satisfactorias, como las únicas que se pueden dar en este caso, todos los matemáticos del mundo.

Estas preguntas y estas respuestas respetuosas no cesaron hasta que se hubo averiguado que todos los Lammeter estaban en tan buena salud como de costumbre, lo mismo que los Osgood; además, la sobrina Priscila debía seguramente de estar por llegar, y que no era muy agradable viajar a la grupa con tiempo de nieve, bien que una capa de viaje abrigara mucho.

Sus finezas y palabras amables no fueron nunca lo suficiente explícitas para provocar respuestas claras: él no parecía poner empeño en obtenerlas; ella, sin acertar a desearlas, las temía, pues si las conversaciones con Aldea pudieron servirla como medida de su valer, no conocía bastante su carácter para fiarse de él.

Fuera del terreno escolar, pasmaba ver la seguridad de sus respuestas y observaciones, sin asomos de arrogancia pueril. Tímido y discreto, no parecía comprender que hubiese mérito en las habilidades que lucía, y se asombraba de que se las ponderasen y aplaudiesen tanto. Contáronme que en su casa daba muy poco que hacer.

Si en la superficie de un círculo se le pintaban otros círculos menores, de color diferente, él veria los pequeños dentro de los grandes, pues no era posible otra cosa supuesto que veia; pero al preguntársele si el uno le parecia mayor que los otros, si distinguia los límites que separaban á los pequeños entre , él, que no habia tenido tiempo de aprender el lenguaje relativo á las nuevas sensaciones, debia de dar respuestas muy disparatadas, que los observadores tomarian quizás por la expresion de fenómenos curiosos.

Itobad decia al fin que no habia cosa mas fácil, y que con la mayor facilidad habria él dado con ello, si hubiera querido tomarse el trabajo. Propusiéronse luego qüestiones acerca de la justicia, del sumo bien, del arte de reynar; y las respuestas de Zadig se reputáron por las mas sólidas. Lástima es, decian todos, que sugeto de tanto talento sea tan mal ginete.

No podía Tellagorri, gaceta de la taberna de Arcale, quedar sin saber en seguida de qué se trataba; así que se presentó al momento en el lugar, seguido de Marqués. Trabó inmediatamente conversación con el jefe de la caravana, y después de varias preguntas y respuestas y de decir el hombre que era francés y domador de fieras, Tellagorri se lo llevó a la taberna de Arcale.

En primer lugar, todas sus respuestas se hicieron en una especie de escala cromática, de su uso, que consta de los siguientes semitonos: primeramente la calma, o llámese indiferencia; después, la frescura; en seguida, la frialdad, y por último, el desdén. Yo fui el primero en tributarle homenaje.

Era una de las obras más notables que se habían publicado en el siglo: las «Respuestas á las objeciones más comunes contra la religión» del Padre Segundo Franco, un jesuíta italiano, de inmenso talento.

Palabra del Dia

hociquea

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