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Actualizado: 21 de julio de 2025
Escribí a éste una larga carta; le pedí perdón casi por haber ido a buscar mujer en la casa de su enemigo hereditario; «pero agregué, confío que de esta manera la vieja disputa se arreglará por sí sola». La respuesta se hizo esperar mucho tiempo.
La señorita Jacinta es, como quien dice, un ángel... Todos la llaman así... Bueno; pues con todo su mérito y su santificación, ¿no se alegrarla ella de que me quitaran a mí de en medio? Se volvió a reclinar en las almohadas, satisfecha, esperando la respuesta, con la seguridad de que la santa no tenía más remedio que mentir para no darle la razón.
Un marido que tiene menor fuerza que la mujer no es, no puede ser marido. El pobrecillo es un bendito de Dios; pero no le podré querer aunque viva con él mil años. Esto será ingratitud, pero ¿qué le vamos a hacer?, no lo puedo remediar...». Tan distraída estaba, que el carnicero le preguntó tres veces lo que quería sin obtener respuesta.
Son maniobras de los bajistas, pero ya ve usted que pierden su tiempo: el oro no ha hecho mayor caso y continúa su ascensión. Razón tenía yo en ponerlo en duda, porque conozco al ministro como a mis manos; pero, ¿qué me dice usted de la quiebra de Esteven? ¿Es creíble? ¿Es verosímil? Don Raimundo guardó un rato la respuesta.
Envié un mensaje de pésame al Duque y recibí de él cortés y amistosa respuesta; porque es de notar que ni él ni yo podíamos jugar a cartas vistas y que a pesar de nuestros odios nos importaba fingir una concordia que hasta entonces había engañado al público.
La respuesta era una contradiccion de los judíos españoles para que los de Jerusalen no quitasen la vida á Jesucristo.
No había pensado en la salvación de su alma, no había creído en su vida futura: se había matado porque todo acaba en la muerte. «Entonces, ¿nada existe, nada?...» La pregunta de la muerta quedaba sin respuesta, desoída.
Mucho sintieron los Padres esta no esperada respuesta; mas con todo eso esperaban que aquella tarde mudarían de resolución; y á la verdad, ellos así lo fingieron, diciendo entonces gustaban ya de que se quedasen entre ellos; bien que siempre se remitían al parecer del principal que faltaba, y decían venía ya de buen ánimo.
Perdóneme usted si la he ofendido con mi brusca respuesta dije reponiéndome ; pero yo no puedo creer eso que he oído. Todo cuanto hay en mí que hable y palpite con señales de vida, protesta contra tal idea. Si ella misma me lo dice, lo creeré; de otro modo no.
Espero respuesta désta y la resolución de mi ida a la corte; y, con esto, Dios te me guarde más años que a mí o tantos, porque no querría dejarte sin mí en este mundo. Tu mujer, Teresa Panza.
Palabra del Dia
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