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Actualizado: 9 de junio de 2025
Por lo demás, yo sólo prometo a usted hablar a Inesita y contarla todo lo que usted me ha dicho, lo de «Los Chajales», que es seductor, y lo de vivir con usted una vez casada, que aun es mucho más seductor que «Los Chajales». Respecto a influir en su espíritu, ya no respondo; eso es muy delicado, pues si no fuera todo lo feliz que merece, mi tormento duraría toda mi vida.
» ¡Pobrecilla, y con qué decisión me lo dice! » Como todo cuanto te he dicho y prometido. » Mira que si me arguyes de ese modo, vas a hacerme perder la cordura que necesito para que el consejo sea digno de quien me le pide. » Pues venga pronto el consejo..., porque no respondo de mí. »Omito, en obsequio a la brevedad, la ortografía que usábamos mi interlocutor y yo para este lenguaje hablado.
Respondo que eso es verdad: la quiere con delirio. Y eso que es idiota... dijo doña Basilisa. Sí, señora; lo cual demuestra que Dios hizo a los hombres naturalmente buenos, y que todos los delitos de la voluntad y fealdades de la conducta son instigados por la inteligencia rebelde y la razón soberbia. Por eso, en la doctrina cristiana se nos advierte que los pobres de espíritu verán a Dios.
El inspector escuchó su denuncia con indiferencia y sólo respondió con un «bien, bien; ya veremos: no hay que preocuparse de eso» que dejó descorazonado a nuestro profesor. Es que, señor inspector, si esa canalla se obstina en armar bronca no respondo de lo que pueda suceder en el teatro. Pierda usted cuidado; yo respondo de ellos... y de usted también replicó el inspector con sorna.
Me apenaba el tener que abandonarles aquel cristiano. Entonces pensé en bajarlo a uno de los departamentos del lazareto... Toda una tarde empleé en aquella triste faena, y le respondo a usted de que necesité valor... ¡Mire usted, caballero! Hoy todavía, cuando bajo a esta parte de la isla en una tarde de ventarrón, me parece llevar a cuestas el cadáver... ¡Pobre viejo Bartoli!
Poca cosa dijo Tres Pesetas, que era el más atrevido. No más que abrirle un tragaluz en la barriga pa que salgan á misa las asaúras. Vamos, marchaos á vuestras casas dijo el militar con mucha entereza: yo le defiendo. ¿Usía? Sí, yo. Marchaos, yo respondo de él. Pues sino ize ¡viva la...! Dí ¡viva la Constitución! exclamaron todos á la vez, menos Calleja, que se estaba riendo como un idiota.
Ya comprendo. ¿Y esa puerta existe? ¡Pues no ha de existir! Yo la he visto, yo respondo de todo: me encargo de averiguar cuándo salen las arpías, de llevar la cartita y de facilitar el paso.... No es mala idea dijo el militar y, sobre todo, mala ó buena, yo la he de llevar á cabo. ¿Y qué haremos para que esa lechuza de Coletilla no nos estorbe? Coletilla no nos estorbará.
Y yo, que he leído esta carta como usted, he visto algo más en ella y le respondo que la ha escrito con el corazón, no con el entendimiento. Entonces... Antonia ofreció a su tío una pluma que él aceptó para escribir acto continuo: «Querido Amaury: Ven a verme mañana. Te aguardaré a las once. »Tu padre, »Leopoldo de Avrigny.»
Pero sois cinco contra él, y él es un pobre señor indefenso. Eso mismo decía yo exclamó Calleja, con la misma risa de borracho. Poz que diga ¡viva el Rey constitucional! Lo dirá cuando se vea libre de vosotros. Yo respondo de que es un buen liberal y hombre de bien. ¡Si es un servilón! exclamó Chaleco. ¿Y qué queréis hacer con él? preguntó el militar.
Menos seguro estaría si tuviera que habérmelas con mi excelente amigo Sorege... ¡Ah! miserable... Sí, muy miserable... Ese merece todo nuestro odio y todo nuestro desprecio. ¡Pero paciencia! Esperemos á saber exactamente qué papel ha desempeñado en el drama y yo respondo de que será castigado por todo lo que nos ha hecho sufrir.
Palabra del Dia
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