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Pues, hija mía, no te mortifiques más tiempo... Cuando las cosas no convienen, ya sabes el remedio. Soledad le miró fijamente y con sorpresa. Resistió el guapo la mirada sin pestañear. Hubo una corta pausa en que ambos trataron de escudriñarse el alma. Al cabo dijo aquélla levantándose: Está bien. Lo que ha de ser, cuanto más pronto, mejor. Y subió á su cuarto con paso firme.

Se resistió Celinda á reconocer la posibilidad de un peligro para ella. Ni los hombres ni la noche podían inspirarle miedo. Pero al fin se despidió de Watson y puso su caballo al galope. Entró Ricardo en la Presa por un descampado que sus habitantes consideraban como la calle principal; aunque en esta población reciente, todas las vías resultaban principales á causa de su enorme amplitud.

La generala, advertida al cabo, procuró separarlo, pero tan suavemente, que el brazo volvió al instante al mismo sitio; tornó la dama a separarlo más blandamente todavía, y el brazo, cual si tuviera un resorte, volvió a su posición. Después intentó besarla y la besó. Después quiso que ella le besara a él; resistió un poco; al cabo cedió diciendo: Te doy un beso maternal; no te imagines otra cosa.

Pero como en este mismo año habia padecido Córdoba esterilidad y peste, y el cabildo y el obispo habian tenido que hacer cuantiosas limosnas, la iglesia de Córdoba resistió la referida contribucion. Obligóse sin embargo á contribuir con algo, mas en el año de 1474 todavía no habia acabado de satisfacer su contingente. 1465 y siguientes.

Este versista embustero, pues, resistió audacísimamente, y conociendo el génio de los suyos, enseñó que habia que recelar: mas que con maña y estratagema se debia abrir el camino; y él mismo contuvo con gran prudencia á los Portugueses, que deseaban entrar al pago de Santa Tecla, por las tierras de San Miguel, con un ejército poderoso de valor, armas y caballos, que con su velocidad y arrebatada carrera los hubiera atropellado.

Este guadañazo pasó cerca de las piernas del director del combate; pero don Marcos no estaba para reparar en ello. Un regocijo infantil le hizo correr sin objeto. Su levita parecía reir con el aleteo de sus faldones. Tan alegre estaba, que casi abrazó á Martínez. Debía darse la mano con el príncipe; era necesaria una reconciliación. El oficial se resistió al consejo.

¡Es necesario! insistió Francisco con mayor energía. Había en su acento algo tan imperativo que ya no resistió más. Venga usted murmuró con sorda resignación.

Juan se resistió a satisfacerla, alegando razones diversas. «No me marees, hija... Ya te he dicho que quiero olvidar eso...». Pero el nombre, nene, el nombre nada más. ¿Qué te cuesta abrir la boca un segundo?... No creas que te voy a reñir, tontín.

Festejáronla, persiguiéronla, y aunque al principio resistió a los ataques, cuando éstos vinieron en forma positiva, se dejó vencer. Fué, durante algún tiempo, la querida del marqués de Dávalos, un joven viudo con cuatro hijos, que gastó con ella sumas cuantiosas que no le pertenecían.

Con estos 30.000 rs. que D. Jaime, por más que se resistió, tuvo que aceptar para no ofenderla, a más de gastar parte en amueblar la casa, dispuso doña Luz que le sacase D. Jaime en Madrid su título de marquesa. Lo que nunca había querido cuando soltera lo quiso ahora para que su marido fuese marqués, y ella como que le sellase con su propio título y sello, juzgando que así le haría más suyo.